De nuevo, este 25 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia de Género, se convierte en una especial jornada para denunciar, de la forma más rotunda, los abusos y malos tratos que millones de mujeres sufren en todo el mundo. Han transcurrido diez años desde que la Asamblea General de la ONU aprobara la resolución que fijaba esta fecha como un día especialmente destacado para la erradicación de la violencia hacia las mujeres. Una violencia que, sin embargo, aún en la actualidad, una organización humanitaria de la entidad de Amnistía Internacional no duda en calificar como "la violación de derechos humanos más universal, oculta e impune" que existe.

Sin duda, hablar de violencia de género es hablar de las decenas de mujeres que, aún hoy, mueren asesinadas a manos de sus parejas o ex parejas. Pero no solo. Violencia de género es también el trato degradante, desde el punto de vista psicológico, y la permanente situación de amenaza física que padecen miles de mujeres en su vida diaria, muchas de ellas conviviendo incluso bajo el mismo techo que sus agresores. A esta realidad, intolerable en cualquier sociedad que quiera definirse como libre, moderna y desarrollada, hay que sumar el agravante de absoluta desprotección para las víctimas en países cuya ciudadanía carece de las más mínimas garantías democráticas o reconocimiento de derechos y libertades.

Por eso, esta nueva jornada internacional contra la violencia hacia las mujeres debe ser un día para denunciar, para llamar a la corresponsabilidad de todos y todas en esta lucha y, al mismo tiempo, exigir a quienes tienen la obligación legal de hacerlo la puesta en marcha de todas las medidas necesarias. En este sentido, es justo reconocer que la sociedad española ha dado importantes pasos adelante, en particular con la aprobación de la Ley Integral contra la Violencia de Género. Sin embargo, cada vida arrebatada, cada mujer asesinada por este tipo de violencia en nuestro país, pone ante nuestros ojos que todavía seguimos fallando.

Así, es imprescindible insistir en que nuestra denuncia, a título individual, de cualquier caso de violencia de género que conozcamos puede llegar a salvar una vida. Y en la misma medida, exigir, de quienes tienen la responsabilidad de hacerlo, la dotación de recursos y la cooperación institucional necesarias para que la ley cumpla con total eficacia su función. Algo que de ningún modo puede quedarse en un mero gesto de buena voluntad o declaración de intenciones por parte de las administraciones y poderes públicos.

Las mujeres víctimas de la violencia de género necesitan saber que no están solas, que nos tienen a todos y todas de su parte, a su lado y frente a los agresores. Por eso, la ciudad de Córdoba quiere sumarse hoy, 25 de noviembre, a un nuevo mensaje de solidaridad y confianza en que ganaremos esta batalla y reitera una vez más su pleno compromiso con la educación en valores como instrumento fundamental para prevenir la violencia de género. Una educación que fomente en el ámbito familiar, social y educativo principios para una convivencia basada en el respeto y la igualdad entre todas las personas.

* Alcalde de Córdoba