Para un cordobés, hablar de Cajasur es hablar de "La caja" y de "El Monte", aquellas que con los años acabarían fusionadas en la caja que hoy conocemos: una entidad de gran importancia para la sociedad cordobesa y andaluza, no solo por el papel que le corresponde jugar en su desarrollo económico y social, sino justamente porque ese papel es exigible por la propia concepción de la propiedad de las cajas. Porque las cajas son entidades privadas, sí, pero ni pertenecen a unos pocos ni carecen de dueño: las cajas son entidades de propiedad social. Las cajas nos pertenecen a todos. También Cajasur.

Hay quienes afirman que el problema de las cajas es su "politización", pero justamente no parece que ese haya sido el problema en el caso que nos ocupa. Es lógico y legítimo que la sociedad a la que una caja pertenece esté representada en sus órganos a través de ayuntamientos, fundadoras, clientes y trabajadores. Lo que no es ni lógico ni legítimo es patrimonializar un bien social y actuar como si se hubiese adquirido la propiedad de la caja. El problema de las cajas no es la politización, sino su "apropiación", tanto si la ejerce un partido político como si lo hacen sus directivos u otras instituciones, como en el caso de Cajasur.

El problema se agrava cuando, además de apropiarse de algo que es de todos, se gestiona con negligencia, desviándose del fin social de las cajas y acumulando riesgos en el mercado inmobiliario. Justamente lo que ha sucedido en Cajasur, embarcada en ese "viaje a ninguna parte" que ya pronosticó CCOO hace cinco años y en el que ha visto pasar hasta cinco directores generales por el supuesto puente de mando. Un viaje que hoy la sitúa ante la disyuntiva de ser intervenida por el Banco de España o fusionarse con otra caja andaluza; en ambos casos, reconociendo por escrito una situación que requiere 1.000 millones de euros de ayudas.

Es momento, pues, de hablar de futuro. Del futuro de Cajasur, la caja de todos, aunque se la conozca con otra etiqueta. Y hacerlo desde nuestra doble legitimidad como sindicato de clase. Desde nuestra obligada preocupación por las consecuencias que la situación y futuro de Cajasur tiene para el cumplimiento de su fin social de dotar crédito a la economía cordobesa y andaluza, cuestión clave para la viabilidad de las empresas y el empleo. Y desde la responsabilidad que supone contar con la confianza de la plantilla de la futura caja y del sector de cajas de ahorros.

Y el futuro de Cajasur se escribe con pocas palabras, pero de mucho significado: empleo, viabilidad, profesionalidad y responsabilidad. Empleo como premisa y condición para CCOO, garantizado mediante Acuerdo Laboral de Fusión. Viabilidad como proyecto empresarial, como caja de ahorros y como patrimonio de Córdoba y Andalucía. Profesionalidad como modelo de gestión, sin cuotas de poder ni privilegios. Y responsabilidad como exigencia y consecuencia, en relación a esos pocos que tan negligentemente han gestionado un patrimonio de muchos, que ahora además requiere ayudas que entre todos pagamos.

Son tiempos difíciles para el modelo de cajas. No solo por la situación económica, sino porque quien debe velar por las mismas a nivel estatal no parece ser el más convencido de la importancia del mantenimiento de su propiedad social: ahí está el caso de CCM, que tras ser intervenida ha acabado en la práctica trasvasada a un banco. Sirva de aviso para navegantes, particularmente para quienes tengan la tentación de embarcar a la caja en un nuevo "viaje a ninguna parte" para intentar perpetuar sus privilegios. Porque el futuro de Cajasur no puede ser tratado como una partida de cartas, amagando con órdagos en forma de intervención del Banco de España, utilizando a los empleados de la caja y los ciudadanos cordobeses a modo de fichas para subir las apuestas. Ni lo merece Cajasur, ni lo merece Córdoba, ni lo merecen sus legítimos propietarios, que somos todos.

* Secretario general de CCOO

Andalucía