Lo erótico es la duda ante la existencia. En una exposición del museo Thyssen-Bornemisza madrileño titulada Lágrimas de Eros -tomado del título del último libro de Georges Bataille-, se expone esa duda que alcanza su máxima expresión en la relación del arte con el hecho erótico. Porque si Freud reduce el erotismo a lo sexual, Bataille, muy neoplatónico, lo rescata del principio freudiano del placer y lo inserta en el infierno de la propia identidad. De lo prohibido. Lo que para Michel Foucault, ese sentido pecaminoso de lo erótico, refleja una cultura y un status de poder.

Pero esa experiencia de lo prohibido es la que según Bataille ilumina el erotismo con una luz a la vez siniestra y divina, "con una luz religiosa". Porque lo erótico, piensa Bataille, es una experiencia de lo sagrado, es decir lo que trasciende. En una cacofónica y exitosa frase Vicente Núñez dijo en una entrevista a un diario cultural que "Eros es más". Esta hipérbole expresa el sentido pleno, casi asfixiante y total de lo erótico en la existencia. No hay nada más allá del hecho erótico. Lo paradójico de lo erótico es que siendo un acto libre, la libertad -ese concepto tan inasible y escurridizo- se va difuminando.

Ese "más" vicentiano es también el instinto de muerte que lleva a la autodestrucción, pues el vacío secunda toda relación erótica. La relación entre la muerte y el Eros llega a la similitud de los espasmos de placer con los de la agonía del moribundo. No cabe duda que existe una íntima relación entre la vida y la muerte, el Eros y el Tánatos, como Freud expresó a su manera mítica en sus escritos. Según Freud la vida y la cultura se explica por la interacción y el antagonismo entre Eros y el instinto, instinto de vida y de destrucción. De hecho hasta esa relación se ha traspasado al lenguaje y así para los franceses el orgasmo es "la pequeña muerte". Una muerte consustanciada en la imposibilidad de ir más allá en el deseo una vez desparecido éste. Porque la gran paradoja del deseo consiste en su extinción cuando se satisface. Desear el deseo es quizás el ámbito que nos une más a lo erótico. Todo acto sexual implica una derrota del deseo. Como escribió Bataille: "El deseo está ávido de no saciarse jamás".

Esta sublimación del erotismo que es la muerte da lugar a las expresiones más radicales de la sexualidad, y produce desasosiego como la propia escritura de Bataille o la inquietante belleza de un cuerpo idealizado: lleva a la autodestrucción erótica (Sade) o al misticismo (San Juan de la Cruz).

Y el arte, en su más nimia o excelsa expresión, halla en el hecho erótico un referente imprescindible. Necesidad de justificar y autojustificarse. En la novela Muerte en Venecia de Thomas Mann, el viejo profesor se enamoraba del joven Tasio como una manera de aprehender, de revivir su propia identidad, su cuerpo y su deseo. Por ello su muerte en soledad, sin haberlo conseguido, siendo la respuesta al Eros último de su existencia. De aquí la necesidad del arte de perpetuar ese deseo a través de esas formas desnudas, de la belleza del mito que si en la antigüedad eran Venus, Apolo o Hércules, los de nuestra contemporaneidad se reflejan en el vampirismo, los deportistas, las estrellas del cine, o un revisitado San Sebastián.

Porque también lo erótico se define en la belleza, algo inútil para Freud, pero imprescindible, o justificación de la vida para Nietzsche; es decir a través del arte que ya no sólo es representación sino también significación. Desde las pinturas murales de Akenaton, o los frescos de Pompeya hasta la pintura sensual del barroco español o el renacimiento italiano. Desde la Venus emergente de las aguas hasta el hiperrealismo de Gustave Courbet con su Origen del Mundo .

Y el papel del amor en el Eros no es sino la nostalgia de la soledad, el último término de la justificación amorosa. El amor es una huida de la soledad pero al mismo tiempo una incursión definitiva, trágica en esa soledad, porque la conciencia de la misma es definitiva. Produce extrañamiento hacia el otro y entrañamiento hacia sí. Eros es más, sí; más o menos lo que nos deja o nos quita la vida.

* Médico y poeta