El 20 de noviembre de 1959, la Asamblea General de las Naciones Unidas se reunió con la intención de reafirmar los derechos universales de la niñez y para que se celebrara en cada país del mundo un día que se consagraría a la fraternidad y a la comprensión entre los niños del mundo entero y se destinara a actividades que desarrollaran el bienestar de todos los niños del mundo. Y así, la jornada de hoy ha quedado institucionalizada como Día Internacional de los Derechos del Niño, o Día Universal de la Infancia. Es una fecha que nos hace recordar que un niño no es solamente un ser frágil que necesita que se le proteja, sino tambien una persona que tiene el derecho de ser educado, cuidado y protegido donde quiera que haya nacido. Un niño es una persona que tiene el derecho a divertirse, a aprender, a expresarse. Todos los niños tienen el derecho a ir a la escuela, a recibir cuidados médicos, y a alimentarse para garantizar su desarrollo en todos los aspectos. Y, además, el derecho a una protección especial para desarrollarse física, mental, moral, espiritual y socialmente; el derecho a unidades especiales incluso a atención prenatal y postnatal, a disfrutar de alimentación, vivienda, recreo y servicios. Frente a estos derechos, las cifras escalofriantes de la realidad. Según Unicef, uno de cada 4 niños y niñas vive en condiciones de extrema pobreza, y uno de cada doce niños o niñas muere antes de cumplir los cinco años. Golpean con más fuerza las espantosas cifras del hambre, al igual que las de la violencia y los abusos que se vierten sobre los pequeños. Precisamente, uno de los fines de esta jornada es promover el bienestar de los niños del mundo. Una mirada a la infancia reclama hoy promover, atender y cumplir escrupulosamente sus derechos más básicos, entre ellos, lógicamente, el respeto a sus vidas y a su desarrollo. ¡Es tan fácil eliminar a los débiles!

* Periodista