El pensamiento global de nuestro tiempo se acelera y se disgrega a la misma velocidad histórica con la que vivimos. Google es como una caja de Pandora en la que ese pensamiento acelerado y disgregado de nuestro tiempo aparece con tanto número de entradas como cualquier otra frivolidad de la que son sujetos activos y pasivos los ocupantes de la red de redes. Los titulares simples, los mensajes de impacto inmediato y los videos de YouTube son la esencia de ese pensamiento disgregado ante el que nada puede hacer la reflexión sosegada de la filosofía de la historia. Es como un vacie en el que se deposita todo tipo de basura moral y mental, cualquier frivolidad sin matices ni contrastes. Es lo que ocurre cuando todo quisque de la red de redes puede hacer y deshacer a su antojo en la democracia digital, expresando opiniones de todo tipo, especialmente las indocumentadas, las zafias y groseras, las que no soportan la libertad ni la razón ni la ética. No es culpa de Google ni de YouTube, por supuesto, sino uno de los efectos negativos de la democracia global de internet, la única globalidad democrática que se vislumbra en el espacio histórico de nuestra época. Ese vértigo que sentimos en los tiempos de hoy procede tanto del exceso de información como de la carencia de ponderación de lo que se comunica y se recibe para poder llegar a conclusiones serias y coherentes. Hoy todo el mundo sabe o cree saber de todo cuando lo que ocurre es que el verdadero pensamiento humano acerca de la filosofía, la historia, la ciencia y la política está ausente de la conducta de esa masa que sin tener poder en sí misma es capaz de otorgarlo a cualquier individuo o entidad que no sabe ejercerlo en consecuencia. En su libro Masa y poder , lo intuía Elías Canetti en cierto modo, aunque no presintiera en su totalidad las consecuencias del pensamiento disgregado de hoy como defecto democrático que en vez de conducir a la luz de la razón está llevando a las sociedades a un oscurantismo progresivo. Podemos observarlo en esa masa de descerebrados que se insultan por internet, que tienen webs paranoicas, que carecen de respeto y faltan al respeto a la convivencia cívica. Asusta el dominio de los dominios digitales con mentalidad fascista. Desde la red se difunden toda clase de barbaridades que luego producen su efecto en la convivencia común. Desde la red se propagan las conductas antisociales. Las palizas grabadas en las cámaras de los móviles por los adolescentes no tienen en la mayoría de los casos otra finalidad que la de reproducirlas en internet en los videos de YouTube. Desde la red y bajo la máscara del anonimato se está creando una situación en la que todo está permitido: el insulto, la calumnia, la defecación mental de los que aprovechan internet como si fuera el retrete de sus bajezas morales, con la ventaja de no tener que tirar de la cadena. Lo que debería llevarnos a elevar el nivel de reflexión y de debate globales, la red de redes, se ha convertido en una miserable permisividad difícil de rebatir. ¿Quién puede discutir con un anónimo? ¿Quién puede neutralizar la difamación de un libelo? Cuando los anónimos adquieren en la red la categoría de sujetos que emiten informaciones y opiniones, ha nacido la confusión global convertida en hegemonía frente a la información y la comunicación reales. ¿Quién puede controlar ese caos de la pobreza mental, moral y virtual? Nadie podría hacerlo. Ningún gobierno, ninguna autoridad.

Aunque no es eso lo peor sino la seducción que provoca entre los jóvenes y adolescentes cualquier obsceno exhibicionismo virtual, sin que las sanciones sean obstáculo para que se extiendan como una plaga antisocial tales conductas, cometidas en gran parte, para mayor paradoja, por los hijos de aquellos que con privilegiado estatus social han podido darles a esos hijos una educación costosa, pero no infundirles el respeto debido a sus semejantes, a sus padres y a sus maestros.

* Poeta