Cuando estalló la crisis en verano de 2007, todos parecían estar de acuerdo en una cosa, en que su causa fue la caída del sistema financiero (con su epicentro en EEUU y las hipotecas basura ) y que ésta, a su vez, había sido provocada por la falta de regularización de los mercados. El axioma neoliberal que afirmaba que el mercado solo lo arregla todo, más economía menos estado, se venía abajo como un castillo de naipes.

Hoy, más de dos años después, en nuestro país, el debate se ha desplazado de un modo tendencioso por parte del empresariado y de los voceros del poder político-económico, intentándonos hacer creer que uno de los grandes motivos que generan el momento de dificultad por el que atravesamos es la "rigidez" del mercado de trabajo, al tiempo que este es un escollo para salir de la crisis. Resulta cuanto menos paradójico que aquellos que más sufren la situación sean precisamente los que han de pagar los platos rotos de la misma. Intentar devaluar los servicios públicos, la sanidad, la educación, las pensiones, y todo aquello que suene a protección social (precisamente ahora que Obama intenta universalizar la sanidad en su nación) para pescar en el río revuelto de la privatización y en la destrucción del empleo público y de calidad es la indigna pasión a la que se entregan algunos. Una Europa social es aquella que eleva la democracia por encima de las finanzas y que salvaguarda el estado del bienestar. Pero ello solo se consigue con más presión fiscal sobre los que más tienen y no intentando recortar los derechos que tanto constaron a la mayoría, los trabajadores.

* Guionista-realizador TV