Si nada se tuerce, el Gobierno, los sindicatos y la patronal empezarán a negociar en breve la posibilidad de implantar de forma generalizada una alternativa a los despidos en las empresas en crisis. Se trata del llamado modelo alemán, por el que en lugar de expulsarse a una parte de la plantilla se reduce en la misma proporción el número de horas de trabajo --y el salario-- de cada uno de los empleados. De esta forma, el coste de la crisis, en lo que a los trabajadores atañe, se reparte de forma radicalmente equitativa y en proporción al sueldo. Es claramente una fórmula más racional y, sobre todo, más justa que los expedientes de regulación de empleo, que a veces acaban siendo una lotería. Para las empresas que tienen dificultades pero que han hecho una apuesta estratégica correcta que les permite mirar con esperanza el futuro, el modelo alemán implica mantener intacto el capital humano para tiempos mejores. Para las que se mueven por el plazo corto y el adelgazamiento de la plantilla como vía casi exclusiva para reducir los costes, la fórmula es un freno. Para el Estado, que financiaría parte del salario perdido por los afectados, la norma sería menos onerosa que pagar la prestación de desempleo. En un país tan castigado por la crisis y el paro, resulta sorprendente que no haya sido hasta ahora cuando se ha planteado la conveniencia de promover este modelo. El Gobierno ha esperado a que fuera CCOO quien lanzase la propuesta. UGT y, sobre todo, la patronal, tienen ahora la palabra. No deberían defraudar.