De nuevo, a vueltas con lo mismo, porque lo mismo --la fusión-- no deja de dar vueltas. Desde el punto de vista interno, el proceso no desmenuza su miga, y, desde la perspectiva externa, parió la abuela.

Empezando por el final, no hay que ser un delfín para pensar que la espantada que se produjo el pasado jueves en la fusión de las cajas castellanas ha desatado otra alarma más en el Banco de España, escarmentado de tanto díscolo. En consecuencia, habrá activado sus dispositivos preventivos contra nuevas sorpresas. Y es, justamente, en ese capítulo en el que, sin duda, tiene catalogado este proceso del Sur: entre los de difícil camino y fácil sorpresa. Tan fácil como imaginar que el regulador ponga a tiro de piedra (¡) un capítulo aparte o llame a las partes a capítulo para reforzar su tutelaje sobre este camino de espinas. Por una parte, puede ser duro, pero, por otra, también puede resultar clarificador en los aspectos fundamentales en los que debe serlo: las cuentas y el ritmo. La imagen final de la gestión de Cajasur pende fundamentalmente del resultado que se venda --no el que tenga-- de su último balance en soledad y del carácter invasivo o no de la cirugía laboral pendiente.

En ambos acantilados existe un abismo de diferencia --´bienmillonario´ uno y radicalizado el otro-- cuya salvación por la vía natural del diálogo entre las partes requeriría mucho más tiempo del que el proceso tiene. En estos momentos, las prisas determinantes no son ya las del Banco de España o las de una u otra caja, la urgencia que se impone en estas últimas negociaciones la dicta el mercado. El precio del tiempo se ha encarecido más que el del oro porque entre el impasse que decía el arzobispo y la parálisis que no quiere ni todavía puede decir nadie solo caben esos inesperados caprichos del mercado, que un día te aguanta la abulia, pero al siguiente te castiga la indecisión. Sea para Málaga o para Madrid, el proceso debe ir en AVE. Otro ritmo puede espesar demasiado el aire.

Eso es lo que dice, al menos, la secuencia de los hechos de esta última semana. En la ´encriptada´ reunión de los presidentes y sus equipos el pasado lunes en Málaga, quedó bien claro lo confuso del momento. Veinticuatro horas después, el desmadre dialéctico de Aspromonte, --"evitar el tiro en la nuca"-- dejó nítida una radicalización demasiado temprana y desproporcionada. Quizás sea el momento de pensar que el enfoque orientado de este problema esté derivando en el riesgo de un conflicto con más sombra que cuerpo. La defensa de los puestos de trabajo en Cajasur debe estar, sin duda, en el capítulo más obligado y firme del proceso, pero, al menos en estos momentos, conociendo las ventajas con las que se afronta y el empeño puesto por la propia dirección de la caja, resulta gritón y desmedido que un sindicato le ponga, como Camps, pólvora a las palabras.

Con este clima, el proceso se está convirtiendo en un ruidoso altavoz de recados y advertencias y en un contraproducente desierto de mensajes positivos. Es una incógnita tan difícil como relevante adivinar la traducción social y económica que para el futuro de la nueva caja (¿?) pueda tener tanta megafonía crítica. El momento es especialmente delicado y trascendente para Córdoba, pero mientras los protagonistas sostengan el proyecto, sobra retrospectiva y falta perspectiva. Sobra negatividad y falta aliento. Exigente y responsable, sí, pero aliento al fin.