Primero fue la Generación X, aquella nacida durante los años 70 y considerada como el fruto del "baby boom". Su educación universitaria les hizo valederos del sobrenombre JASP (Jóvenes aunque sobradamente preparados). No les sirvió de mucho, ya que al poco tiempo pasaron a denominarse Generación H, treinteañeros mileuristas ahogados por sus obligaciones hipotecarias. Ahora se abre paso una nueva Generación, la Y, chicos y chicas nacidos en los años 80, que no se plantean ni por asomo alejarse de la vivienda paterna y lanzarse a la aventura de la emancipación, un término con el que ni siquiera están familiarizados. Ellos aseguran tenerlo todo para ser felices. Nadie les controla los horarios, los padres siguen dándoles dinero para salir de fiesta y no piensan a corto plazo en buscar empleo. La verdad es que tampoco existen muchas perspectivas, con el paro creciendo por años y por meses. Pilar G. del Burgo, periodista, con breves pinceladas, nos retrata así a esta Generación: "Ha tenido acceso al mayor grado de bienestar de tecnología de la historia que hemos gozado en los últimos tiempos, pero, en el otro lado de la balanza figura su inmadurez". Entre los calificativos que le dedica a estos jóvenes, están los de "caprichosos, sobreprotegidos, muy exigentes y poco tolerantes a la frustración. Su mayor valor, que fue el de ser unos bebes enormemente deseados, se ha convertido en su peor aliado, ya que ese extremado celo y cuidado paterno, que coloquialmente se traduce en la popular y gráfica expresión: "Que no les falte de nada", ha creado unos seres emocionalmente inmaduros e incapaces de admitir un no como respuesta". El psiquiatra Pedro Ruiz Lázaro abordó el tema en el XIII Congreso Nacional de Psiquiatría, asegurando que esta es "la generación de los ordenadores, la que vive más pendiente de Internet que de lo que le sucede a sus hermanos o a sus padres, la generación de los teléfonos móviles, de los sms, y la que a diario necesita conectarse con el messenger y el twenty. Subrayará más adelante que los chicos de esta generación dan mucha importancia a la imagen corporal pero que a la vez son más susceptibles a sufrir trastornos de conducta alimentaria. De hecho, su canon de belleza se sostiene sobre tres pilares: la delgadez, la naturalidad y la infantilización. El especialista advierte que a los jóvenes de la Generación Y les cuesta mucho aceptar las críticas: "Intelectualmente están más preparados pero emocionalmente son más inmaduros". Son los que han empezado a protagonizar episodios de maltrato a los padres, precisamente por su intolerancia a no saber encajar una negativa. Palpitante escaparate para la reflexión.

* Periodista