El Universo es todo: el suelo que pisamos, el aire que aspiramos, el agua que bebemos y cuanto la naturaleza nos da, las flores del campo, los frutos de los árboles, la luz del día, los rayos de las tormentas..., y fuera de la Tierra, entre otras, el Sol, la Luna y las estrellas. Y cuanto hay en el Universo se resume en materia o energía, o una de las dos, pues se da la circunstancia de que son interconvertibles, como ya nos sugiriera con su famosa ecuación el propio Albert Einstein (1905). Si las galaxias se alejan entre sí, retrocediendo en el tiempo, pudieron estar todas juntas. Esta fue la primera evidencia del Big-Bang, teoría admitida hoy por la mayoría de la comunidad científica, que explica su origen. Según la cual, hace poco más o menos unos 13.700 millones de años, de una colosal explosión surgen no solo la materia y energía del Universo, sino también el tiempo y el espacio. Lo primero que se formó como materia fueron los quarks o partículas elementales, los cuales se juntan unos con otros para formar protones y neutrones; posteriormente, se unen para formar los núcleos, y, años más tarde, se alían con los electrones para formar algunos átomos (H, He y Li ). Será luego, en el horno de las estrellas, donde se formarán los demás, todos los que forman la tabla periódica. Con posterioridad, surgen las estrellas y, con ellas, las galaxias, siendo en las primeras donde se funden los núcleos, unos con otros, produciéndose de toda clase, desde hidrógeno hasta uranio. Y de las estrellas también surgen las moléculas, tanto las de la materia inerte como las de la vida; de ahí aquella célebre frase: "Somos polvo de estrellas". En 1924, Oparin afirmó, y con razón, que la vida en la Tierra es el resultado de una larga evolución química, a partir de la atmósfera primitiva. Ya Darwin (1809-1882) también nos decía cómo: por selección natural. Y con una evolución, funcionando mucho tiempo, se llega a la célula, que es la unidad de la vida, la de los seres unicelulares primero, la de las plantas y animales después y, también, cómo no, la del hombre. Entonces cabría preguntarse, ¿es la vida pura química en su estructura y funcionamiento? ¿No tiene la misma un hálito especial por encima de la química? ¿Es la vida continuidad y consumación de la obra del Universo o es una consecuencia más de las leyes físico-químicas? Preguntas todas de suma importancia para el hombre y a las que a buen seguro se nos dará cumplida respuesta desde el conocimiento científico en los próximos días, en el Instituto Luis de Góngora, por parte del profesor Emilio González Román (Córdoba, 1940), quien las abordará con sus alumnos y compañeros en dos sesiones monográficas y magistrales de trabajo que, bajo el título de Origen del Universo y de la Vida. Las leyes físico-químicas configuran el Universo y hasta nuestras Vidas , tendrán lugar durante los días 9 y 16 del presente mes, a las 20 horas, con motivo de su ya próxima jubilación como catedrático de Física y Química; las cuales se harán abiertas a amigos y a cuanto público en general pudiera estar interesado en la materia. González Román ha impartido docencia en el centro de las Tendillas, desde 1977 hasta su retiro en enero, así como en otros privados, entre 1968 a 1976, habiendo ocupado en ellos diversos cargos pedagógicos y directivos, entre los que destaca la dirección del colegio marista Cervantes, que desempeñó con sumo crédito durante la primera mitad de los pasados años setenta, donde tuve la oportunidad de reconocerle como persona, si bien no la suerte de haberlo tenido como maestro, al haber yo abandonado años atrás tan prestigioso centro cordobés, en el que por entonces el hermano Emilio marcó una época, con el traslado desde la Compañía hasta la Fuensanta, donde dejaría una huella más que profunda. Porque, ante todo, es eso, un gran docente y, para mí, mejor persona aún, como podrán atestiguar varios millares de estudiantes que pasaron por su aula, en la que supo siempre plasmar su pedagogía marista y los amplios conocimientos que posee de la Física, materia en la que se licenciaría, en 1968, en la Universidad Hispalense, tras haber obtenido también años atrás su graduación como maestro en la Escuela Normal de Sevilla. Es autor de publicaciones varias, que se reparten entre artículos y textos de adiestramiento, como un excelente manual de Electrónica y otro de Prácticas de Electricidad y Magnetismo que marcaron una época para sus enseñanzas.

Tengo la suerte de tratarlo a diario, no solo como compañero de claustro, sino como amigo, sabiendo acerca de su competencia y buen hacer, de su sencillez y esmerado trato con colegas y discípulos, quienes ahora le reconocen su bondad y erudición como una de las autoridades en la materia que por el Instituto Luis de Góngora pasaron. Sirvan estas palabras para honrar a quien hasta su jubilación, por imperativo de Cronos, supo a todos enseñar deleitándonos.

* Catedrático