Después de dos años o de tantas idas y venidas por el territorio nacional, desde el pasado día 14 y hasta el próximo 15 de noviembre recala en Córdoba la oportunidad de conocer el masificado universo penitenciario franquista, a través de algunas de aquellas protagonistas femeninas de nuestra desconocida Memoria Histórica. Me refiero a la silenciada, a la de quienes sin motivo alguno, en las primeras décadas del régimen fueron recluidas y vejadas o bien torturadas y asesinadas en las numerosas cárceles del franquismo, que acogieron, según algunas fuentes, a más de 360.000 reclusos en los postreros años de nuestra Guerra Civil, lo que obligaría al dictador a conceder no pocos indultos, por unas u otras razones de todos ya conocidas. Ahora podemos saber parte de aquella verdad, cómo se vivió en algunas de ellas, cuáles serían las verdaderas dificultades de muchas mujeres y, sobre todo, de las que parían entre rejas, qué señales les dejarían grabadas a fuego la represión mandada por el innombrable general. Hace ya más de cinco lustros que supe acerca del testimonio de algunas de aquellas reclusas, sobre todo a través de la recopilación que, a partir de 1974, hiciera Tomasa Cuevas Gutiérrez, encarcelada durante treinta años por pertenecer al PCE y de que, en 1982, su testimonio viese la luz en forma de libro. Meses atrás, un excelente reportaje de la Sexta acerca Del olvido a la Memoria: Presas de Franco me lo refrescaría de nuevo al describir testimonios certeros de cómo, por ejemplo, oían llorar a sus hijos algunas reclusas sin poder acudir a consolarlos o bien acerca de la miseria e injusticias que sufrieron por ser "rojas y mujeres"; al igual que un par de años antes lo hicieran otros estudios más, como el de Angeles Egido, sobre Las Mujeres en las cárceles de Franco: apuntes sobre la represión de género en el Madrid de la posguerra , recogido su artículo en el ejemplar titulado La España del presente: de la dictadura a la democracia , editado en el 2006 por Abdón Mateos y Angel Herrerín López y, también, por el libro de Jacinta Gil Roncales, publicado por la Universitat de Valencia, o por el coordinado por Sergio Gálvez Biesca y Fernando Hernández Holgado, comisarios de la actual muestra, que con esa temática en el año 2008 publicara la Diputación de Málaga. Todos los testimonios se refieren a mujeres que dejaron en las galerías su juventud entera, cuando no la propia vida al ser fusiladas. Por eso, agradezco cuanto nos ofrecen la Fundación de Investigaciones Marxistas, la Diputación cordobesa y la UCO con otras entidades para poder presenciar ese diálogo entre memoria e historia que, a través de documentos o testimonios inéditos de mujeres encarceladas por delitos de "guerra y de posguerra" y de las imágenes de Alfonso Sánchez Portela, Santos Yubero o Hermes Pato y otras más procedentes de diferentes archivos públicos o privados, reconstruye el universo penitenciario femenino entre los años 1936 y 1945, experiencia oculta bajo la de sus propios compañeros varones, en una época en la que sería sustituida la rehabilitación y la profesionalidad en los presidios, alcanzada durante la etapa republicana de Victoria Kent, por esa otra realidad carcelaria en la que una legión de hábitos y sotanas, de yugos y flechas, marcarían el lúgubre período de la dictadura en los penales de nuestro país, tanto masculinos como en los de mujeres, fiel reflejo de cuanto acaeciera en diferentes ámbitos de la sociedad española. La galería de mujeres, el castigo, la presencia de los niños en prisión, las prostitutas, el utilitarismo a través del empleo del que se lucrarían no pocos empresarios afines al régimen, la residencia y la memoria, condicionan un período de nuestra historia contemporánea marcado en parte por el terror y el trauma de la contienda. Mujeres como Tomasa Cuevas, Leonor Estévez, Manolita del Arco, Juana Doña, Maruja Borrell, Concha Carretero, Matilde Landa, Amalia Villa, María Salvo, Trinidad Gallego, Mari Carmen Cuesta, Remedios Montero, Soledad Real, Mercedes Núñez, Carlota O´Neill, Angeles García-Madrid, Nieves Torres y un sinfín de ellas más, algunas ya de más noventa años y forjadas la mayoría en la política republicana, quienes pasaron por los diferentes penales de Ventas, Calzada de Oropesa, Santurrará, Palma o les Corts u otras más, no solo para "salvar" su sucio espíritu, sino para su "rehabilitación y reforma" también, y cuya memoria e historia, si bien lentamente, comienza ahora a ser conocida y a adquirir la relevancia que hoy bien merece. Fueron una generación de presas de las que casi nadie habla nunca y que, sin embargo, forman ya parte de la jurisdicción de Clío, así como del sustrato democrático de todas aquellas luchas, reivindicaciones y conflictos que durante la pasada centuria pondrían en entredicho el modelo de sociedad dominante que imperara en nuestro país. A todas ellas, mi particular reconocimiento.

* Catedrático