Cuando me acerco hoy al quiosco de mi barrio para comprar el diario CORDOBA, me deja perplejo el titular a cuatro columnas con que abre la primera página: "El Ayuntamiento desviará el tráfico por la plaza del Cristo de los Faroles". ¿Será una inocentada?, me pregunto. No, porque hoy no es 28 de diciembre. Como Santo Tomás, necesito ver para creer, así que me dirijo a la plaza de Capuchinos -su nombre correcto- y, en efecto, los coches entran por el angosto callejón del Bailío y tras mancillar el sublime "rectángulo de cal y cielo", como lo definió Ricardo Molina, salen tan campantes a la plaza de las Doblas. Se anuncia que tan disparatada medida se prolongará ¡un mes!, si es que las obras en Conde de Torres Cabrera no se demoran, como suele ocurrir. Atentados como éste emborronan el título de Patrimonio de la Humanidad, tan rentable para el desarrollo del turismo cultural, y ponen de manifiesto la falta de sensibilidad de algunos gobernantes. Una barbaridad ante la que no cabe permanecer impasible.

Francisco Solano Márquez

Córdoba