Hay unas luces navideñas que no se sabe dónde están, pero su guiño monótono y cómplice llega al cuarto donde un hombre solo, enamoradamente roto, acaricia un perro. No es Nueva York la ciudad que ampara tal escena, que sería lo propio; no, es Córdoba. Y hay un crimen múltiple a la inversa, es decir, un crimen en el que la víctima es uno solo y muchos los homicidas; la escena es en Linares, pero el finado es de Córdoba y en Córdoba lo mataban mucho y poco, poquito a poco, muchas tardes antes a las cinco. Las luces navideñas medio alumbran (u oscurecen, eso nunca se sabe) los últimos pensamientos del inspector Benegas, que acaba de resolver uno de los tres crímenes que le ha tocado resolver enmarañados en el personajerío de Córdoba, el decente y el indecente. El homicidio de actores múltiples lo padece Manolete: Córdoba dos veces. Hay días señalados con piedra de fuego, que no es esta semana fuego de pistola sino de palabras, porque Benegas, el inspector creado por Francisco José Jurado, fue presentado ayer en el Alcázar, y él no saca la pistola (ni Benegas ni Jurado) pero ni falta que hace porque cada página está escrita con trallazos de buena literatura donde cada paradoja es una bala; cada casquillo, una ironía, y el humo es el de la sospecha. Y hay cogidas también de fuego, taurinas, porque mañana Tico Medina presenta en el Círculo sus apuntes, como latigazos, sobre el día que mataron a Manolete, uno y todos, todos a la una. ¿Quién dijo que lo cordobés no daba para la novela después de Baroja? Novela y negra, muerte y negro toro. Acudan.

* Profesor