El espejo nos devuelve la realidad de quienes somos. De ahí que cuando encontramos uno a nuestro paso y miramos de soslayo sin que nadie nos advierta, nos gustaría parecer más esbeltos, jóvenes y bellos. Es una manía congénita a cada ser humano la de ambicionar lo que no se tiene. Como el microinjerto de cabellos o esos elegantes zapatos en piel que se anuncian a un módico precio en las revistas bajo el reclamo de hacernos entre 6 y 10 cm. más altos. Un baño de presunción para nuestra pequeña alma de caminantes. Al igual que aquella película, El inglés que subió una colina, pero bajó una montaña , donde un abuelo cuenta a su nieto la historia de dos cartógrafos ingleses que llegan hasta un pequeño pueblo galés para medir su montaña --orgullo de sus pobladores--, pero a ésta le faltan 15 pies para ser considerada como tal y poder salir en los mapas. Por lo que los habitantes abrumados por este hecho resuelven secuestrar a ambos personajes y añadir piedras y tierra con las que conquistar el desvarío de su sueño arrebatado. La misma gesta llevan hoy a cabo pródigas chicas que se someten a una operación financiada a tres años para el aumento de senos, colocando una prótesis debajo del tejido mamario, con las que al parecer se acrecienta además la autoestima y la confianza, a la par que consiguen hacer aflorar las fantasías en el atlas pasional del prójimo. Y es que a veces, para vengar nuestro oscuro destino, cometemos pequeños disparates y erramos el tiro cual tahúres de nuestra propia vanidad. Todo con tal de no estar solos, que nos escuchen, nos admiren y nos quieran.

* Guionista-realizador TV