El acuerdo alcanzado por Merkel con el líder de los liberales, Westerwelle, para formar un Gobierno de coalición ha adquirido la tonalidad de una operación de rescate de la clase media, azotada por la crisis económica. La decisión de reducir algunos impuestos, congelar algunos otros y establecer nuevas desgravaciones para las familias se orienta en este sentido. El objetivo es contener el déficit a través de la austeridad y estimular la demanda mediante una reducción de las obligaciones fiscales. Se trata de un cálculo teórico, porque algunos analistas ponen en duda que la reforma fiscal de cristianodemócratas y liberales mejore mucho los estímulos a la demanda. Al mismo tiempo, los resultados obtenidos por los gestores de la economía durante la gran coalición han permitido a Alemania ser de los primeros países en presentar tasas de crecimiento del PIB. De forma que se antoja una imprudencia un cambio radical en los programas de estímulos a la demanda, saneamiento de las finanzas y operaciones de salvamento con dinero público. La propia inconcreción de los mecanismos de ahorro del nuevo Gobierno para contener el déficit indica que las exigencias liberales están lejos de impulsar una rectificación exhaustiva de lo hecho hasta ahora. Para los gobiernos que, como el español, han fiado enjugar parte del déficit optando por subir la presión fiscal, la referencia de Alemania no debe pasar desapercibida. Allí se confía más en que sea la reactivación económica la que ponga a salvo el Estado del bienestar.