Para mí, no ha constituido novedad su reunión en Córdoba, ya que desde hace años sé de sus actividades. Hace un par de lustros eran pocos, la mayoría pertenecientes a parroquias y movimientos eclesiales o comunidades de base, quienes en el País Vasco, compartiendo su fe y militancia socialista, se reunían todos los meses, como grupo de creyentes; después, como gota de aceite, fueron extendiendo su acción a otros lugares de España, para también relacionarse con el Movimiento Socialista Cristiano británico, los Cristianos Sociali italianos o bien con la Liga internacional de Socialistas Religiosos, que, como sabemos, se reunió en Córdoba el pasado fin de semana, a fin de reflexionar acerca de la globalización y la crisis económica como consustancial con el capitalismo y el neoliberalismo imperante, reconociendo el papel que lo público debería jugar en el liderazgo de la lucha contra aquella.

El congreso, además de "construir puentes" entre partido y creyentes, destacó la enorme crisis de valores que hoy se vive, proponiendo la "espiritualidad" como salida para la actual crisis económica, pidiendo políticas de justicia global relacionadas con la condonación y renegociación de la deuda externa, las nuevas reglas de comercio internacional, la redistribución de la riqueza, el desarme para el desarrollo o, entre otras, la educación para la diversidad y la convivencia. Temas todos que, a mi juicio, fueron eclipsados por la propaganda del PSOE y, en buena medida, por la intervención de algún dirigente como José Bono, quien llegara a afirmar que el socialismo" necesita una renovación", considerando que los valores cristianos eran un buen camino para conseguirla, si bien para él mismo "no se trata de cristianizar el PSOE", sino más bien de "buscar juntos respuestas para resolver los problemas que son intolerables en la sociedad actual". Su idea es la de fertilizar la tierra en la que crecen dos especies distintas, como son el socialismo y el cristianismo, con el fin de poder incorporar los valores cristianos al "ideario socialista", lo que supondría la forma más profunda y sincera de renovación en el referido partido. Para Javier Barrero, el mundo cristiano y el socialista "no son contrapuestos, sino dos mundos que se compaginan", apuntando, igualmente, que si desapareciese hoy el primero de la militancia y el electorado del PSOE, el partido tendría menos de la mitad de sus militantes y de sus votos.

Desde hace años, se vienen creando grupos locales de trabajo entre creyentes, inscritos y potenciados por cada una de las federaciones, pero coordinados a nivel estatal como cristianos en el PSOE, que, a mi juicio, en modo alguno pretenden ser la representación de cuantos profesan dichas creencias en el seno del partido, sino más bien constituir un instrumento útil para aquellos que quieran vincularse a él. Hoy, el socialista, como bien afirmara en su día mi buen amigo y compañero de IS Antonio García Santesmases, catedrático de Filosofía Moral y Política en la UNED, se encuentra con un hecho un tanto paradójico que no puede soslayar. Le puede parecer mejor o peor, pero la religión es un hecho social con no poca relevancia pública. Podría clamar contra el hecho pidiendo que la religión vuelva a las sacristías y no salga de los límites de la conciencia privada. Vano intento, según él, ya que la misma es un hecho individual, privado, sometido a la conciencia de cada cual, pero a su vez no cabe duda de que es un hecho público, que aparece no solo en el neoconservadurismo norteamericano, sino incluso también en la propia teología de la liberación. "Ese es el mundo existente y el socialismo no puede evitarlo negando su realidad y postulando un universo donde la religión no juegue ningún papel como instancia pública".

Otra cosa es si tiene que existir o no algún tipo de agrupación religiosa dentro del propio partido, en función de la fe que se profese, lo que no cumpliría otra función a mi juicio sino la de constituir un espacio de diálogo entre socialistas y mundo cristiano, o bien la de ser un grupo de presión para descafeinar una ideología para impedirle tomar medidas de carácter laico. El socialista siempre fue agnóstico, no dando a la religión un rol fundamental.

Hoy, las cosas algo cambiaron, si bien un partido que no solo en sus objetivos finales sino en sus mediaciones concretas busque materialmente la superación de la sociedad en clases, no puede ser más que un partido laico. La laicidad del partido no todos la entienden igual, si bien para algunos debería consistir en construir un proyecto socialista desde el reconocimiento de la pluralidad de culturas y en sus valores en función de lo que dan de sí en la vida real; de ahí que el socialismo deba, como afirmaran Reyes Mate y Carlos Dávila, de hacer suya la parte emancipadora de la tradición cristiana y de la que hoy dan testimonio un buen número de cristianos militantes socialistas.

* Catedrático