A una familia gitana de las Vascongadas le han arrendado una vivienda en La Arboleda. Se trata de un matrimonio joven con cinco peques y, como es normal además de habitual, sin antecedentes penales. ¡Qué alegría! Pero resulta que, sin conocerlos, los vecinos de esta maleducada barriada se han levantado en armas y están acosando a la familia para que se vaya; tanto, que han tenido que dejar la vivienda y marcharse a un hostal. ¡Qué sinvergüenzas! Pero más sinvergüenzas son los programas como Gente y demás calaña que dan micrófonos en pie de igualdad tanto a la madre gitana como a esos vecinos delincuentes, rastreros y xenófobos que están haciendo la vida imposible a una pobre madre. Yo no soy fanático de nada y me repugnan todos aquellos que al menos no intenten practicar el buen vivir; sean gitanos, castellanos o extraterrestres. Pero lo ocurrido en las Vascongadas es asombroso y nos muestra cuan peligrosa y egoísta es esa masa de la que hablaba Ortega. Que un barrio entero se levante contra 4 niños es para escupir en la cara a todos esos vecinos. Estos nazis se ceban con 4 menores, humillándoles cuando van al súper o al colegio, peor no tienen huevos de delatar a los etarras que llevan 30 años matando a cientos de servidores públicos. Pero más hipócrita y cobarde es el sistema judicial del País Vasco, que ante cualquier delito flagrante lleva al calabozo al más desgraciado y no es capaz de ponerle grilletes a esos vecinos o mandar una carga policial contra manifestaciones con pancartas que fomentan la xenofobia.

* Abogado