Si es que la crisis nos está embruteciendo. ¿Dónde está la solidaridad de los trabajadores, de las familias de economía modesta? ¿En qué momento del IPC negativo hemos perdido los currantes el corazón?

Digo esto porque me llegó al fondo del alma la reflexión amarga y dolida de Carmen Lomana, esa veterana animadora de la vida social marbellí y de la jet set . En un reciente programa de televisión recordó que los pobres son, han sido y seguirán siendo pobres, con o sin crisis, pero que los grandes sufridores de la actual situación económica son los que tienen dinero, porque ya no pueden gastar tan alegremente. ¡Y yo, haciendo cábalas para llegar a fin de mes sin darme cuenta de la catástrofe! Soy un egoísta.

Es como los injustos ataques que han hecho a ese ejecutivo de un gran banco que se ha prejubilado a los 52 años. Cierto que cobrará tres millones de euros anuales hasta que cumpla los 65 años (después le darán muchísimos millones más para que llegue a fin de mes), pero... ¡Por Dios, no todo es dinero en este mundo! Me lo imagino apesadumbrado por las críticas recibidas; a sus hijos, abochornados por la injusta polémica creada, y a su madre, preocupada y ojerosa. Ese hombre estará posiblemente traumatizado porque su fructífera vida laboral ha acabado y ya solo le queda ir al parque y darle de comer a las palomas caviar. Digo... migas de pan.

¡Hay que ser más humano con los ricos, hombre!. De entrada, a los potentados que sufren tanto la crisis y a la vez muestran esa sensibilidad hacia el resto de la sociedad quiero hacerles llegar mi solidaridad. Y a sus madres. Y a sus padres si los localizan.

Y es que, en tiempos tan duros como éstos, una mínima decencia obliga, por lo menos, a guardar las formas.