Fue hace siete años cuando, a raíz de una colaboración mía en Diario CÓRDOBA, se iniciaba una polémica que duró meses y llegó hasta el Parlamento y demás instituciones de Gobierno de la Comunidad Autónoma Andaluza, por mediación de algunas iniciativas planteadas, el 14 de noviembre de 2002, por el entonces diputado de IU por Córdoba, el tan apreciado compañero en la UNED Manuel López Calvo. La razón no fue otra que la publicación, en pleno estío de aquel año, de la noticia que avisaba que la Junta de Andalucía concedía la propiedad del viejo internado del Instituto, y sede aún por entonces del Rectorado, a la UCO, en cumplimiento de la antigua LRU, lo que para mí, como para tantos otros cordobeses que defendíamos la unidad del singular edificio, que incluso contiene un BIC en su seno, constituía un atropello en toda regla contra una institución educativa y centenaria como es el IES Luis de Góngora, que sus raíces hunde en el quinientos, cuando don Pedro López de Alba, médico del rey Carlos I, fundara sobre su actual solar, a instancias del santo maestro Juan de Avila, un colegio-seminario para niños pobres bajo la posterior tutela de los padres jesuitas, institución que tras su expulsión pasó, en 1767, a ser un Patronato Real y Colegio de Humanidades en el primer tercio del siglo XIX hasta que consolidada la revolución burguesa española se creara, en 1847, el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza, acogiendo a alumnos internos en su seno. Desde ese momento, con denominaciones diferentes, siempre estuvo destinado a centro de bachillerato. Nunca entendí pues cómo antes de ser desafectado para el uso que en los primeros setenta del pasado siglo se cediera a la Universidad y de darle otro nuevo, como el actual, no se volvía a reintegrar por completo a su centro matriz, tan necesitado hoy de espacios para su numeroso alumnado, y cuyo edificio objetivamente le pertenece por su viva historia de siglos que bien quedara reflejada en la más rigurosa de las bibliografías y, en su día, también reconocida por un rector como Amador Jover, quien no dudó en ningún momento conocer de verdad a quien pertenece el referido edificio del antiguo internado. Tampoco entendí que se desmembrara un inmueble que tanto aportara en el tiempo a nuestra provincia. Todavía recuerdo los compromisos adquiridos en un célebre debate electoral por parte de tres significados cabezas de lista de Córdoba quienes concurrían al Parlamento andaluz, como también mantengo en mi memoria su posterior incumplimiento o la aciaga actuación de alguna autoridad local, provincial y regional, quienes en ningún momento se involucraron en un asunto que de lleno les afectaba, así como las muchas traiciones que sintiera como puñales mi añorado José Antonio Arcos, por aquellos años director del IES, quien sí apostó por la iniciativa al creerla justa y encomiable. En modo alguno quisiera volver a abrir aquel molesto debate, ni volver a cuestionar la propiedad, que para mí queda clara muy a pesar de la migaja prevista por el Consejo Social para el Góngora, a fin de cuentas todo es patrimonio público, al menos por ahora. Tan sólo deseo recordarle a algunos que, entre las muchas cosas que ya apuntara alto y bien claro dije que jamás debió salir del patio del Instituto el busto del fundador, como tantos otros bienes muebles del IES que así lo hicieron, en parte inventariados hoy como patrimonio de la UCO, cuyos dirigentes llegarían a cuestionar que hubiera estado ubicado en el patio o hasta que en algún momento incluso hubiese sido propiedad del Instituto, al no haberse aportado documento alguno que así lo acreditase. Y mira por donde, Cronos, con su inexorable paso nos hace otro favor, ya que a raíz de la muerte de Ruiz-Giménez, del que días atrás ya me ocupé al recordarlo en su estancia allí para recoger el premio Olof Palme de Derechos Humanos, nuestro amigo Francisco Solano Márquez nos ilustraba su buen reportaje del pasado domingo en CORDOBA con una excelente foto de Ricardo, en la que junto a don Joaquín y a don Perfecto García Conejero, director por aquel entonces del centro y en medio de un nutrido grupo de estudiantes y profesores que aplauden al ministro cuando los visita en 1952, aparece el busto de don Pedro López de Alba, presidiendo como iniciador que fue, en el patio de tan emblemático centro de las Tendillas. Así, la propiedad del trabajo que, en 1895, ejecutara en bronce el escultor Mateo Inurria para éste queda acreditada por tan gráfico testimonio, no habiendo necesidad pues de acudir con papel alguno para que, como desquite, vuelva hasta su lugar de origen, ni traerlo por vía de hechos acabados, como quiso Joaquín Martínez Björkman, quien como alumno ilustre que fue nos dijera que, cuando deseáramos, él mismo lo reponía en su antigua ubicación, es decir, en el centro del patio principal del IES Luis de Góngora, de donde para él tampoco debió haber salido jamás.

* Catedrático