El XLVIII Festival de Cante Jondo Antonio Mairena pasará a los anales no sólo por la cantidad y calidad de los artistas que en él participaron, sino por haberse cumplido allí, en Mairena del Alcor, el centenario del nacimiento del gran cantaor Antonio Cruz García, una de las figuras más relevantes de la historia del flamenco y del cante gitano andaluz. No faltaron a la cita del 5 de septiembre Calixto Sánchez, José Menese, Carmen Linares o Aurora Vargas, quienes pondrían dicción rehaciendo los antiguos cantes del maestro, en un festival al que también se sumaron, entre otros, Antonio Fernández Díaz "Fosforito", Matilde Coral, Rafael "El Negro", Manuel Mairena, el Lebrijano, Manuel Morao y Pedro Peña, quedando el toque a cargo de Enrique de Melchor, Antonio Carrión, Manolo Franco, Salvador Gutiérrez o Diego Amaya y al baile Javier Barón. Todo un lujo de artistas que tributarían su particular homenaje a quien más contribuyera a la difusión del cante en sus más limpia tradición en las formas interpretativas, lo que le llevaría a ser considerado como el doctrinario de aquella Tertulia Flamenca célebre de Radio Sevilla. No será el único que se le haga, ya que entre otros durante el centenario, en la UNIA, a finales de octubre, con colaboración de la Hispalense y de la Fundación Mairena, se abordará desde una perspectiva académica la vida y obra de don Antonio en un congreso coordinado por su rector, Juan Manuel Suárez Japón, durante años compañero en la ciudad de la Mezquita. A lo largo de tres jornadas se abordará la obra y el legado que Mairena dejó para generaciones futuras. También se presentará una grabación inédita suya, acompañado por la guitarra de Juan Carmona, que tuvo lugar en 1981 en el Auditorio Manuel de Falla de Granada. Una muestra de su saber y de la extensa labor investigadora que emprendiera durante su dilatada carrera artística, la misma que le sirviera como puente entre los palos antiguos olvidados y la generación de los nuevos cantaores de lo jondo, quienes arrollarían durante la centuria y en la que el Niño de Mairena fue el rey hasta que, ya como don Antonio, muriera en 1983 en su Sevilla del alma. No pocas veces se preguntó el flamencólogo y mejor poeta Félix Grande, con quien años atrás coincidí en unas jornadas sobre Ricardo Molina, la inteligencia junto a Mairena del "Mundo y formas del Cante Flamenco", si los cantes que don Antonio atribuye a los viejos maestros que le precedieron, en la época anterior a la aparición del fonógrafo, eran verdaderamente los de aquellos o si por el contrario, en mayor o menor medida, fueron elaboraciones personales, de quien con sumo pudor y, tal vez, con no menos astucia atribuiría a sus antepasados. "Con pudor -afirma el escritor de Mérida y premio Nacional de Literatura de 1978- porque de haber sido Mairena el creador, o el recreador siquiera, de tan impresionante abanico de formas expresivas, proclamar una paternidad tan caudalosa hubiera parecido presunción. Con astucia, porque al encargar a los antepasados la paternidad de esa nómina dilatada de formas exactas y majestuosas, zanjaba cualquier posible discusión e instalaba esos cantes, directa, definitivamente en la riqueza de la herencia flamenca". Su importancia fue tal que se llamó mairenismo a una determinada forma de cantar y de entender tan complejo mundo, cuya historia podríamos decir que existe antes y después de sus aportaciones particulares, las del Niño de Rafael y hermano de Curro y de Manuel, quien no tuvo que esperar siquiera hasta su muerte para que se le reconociese cuanto hizo y ayudó al flamenco, desde que en los pasados años veinte comenzara a cantar en el seno de su familia gitana, también por las ventas de Antequera u otras más, en los colmaos de la Alameda de Hércules, en el Pasaje del Duque, en la calle Sierpes con sus saetas desde la Tertulia Sevillana, en los circuitos europeos con el ballet de Teresa y Luisillo, con Carmen Amaya, Juanita Reina, Pastora Imperio o con Antonio Ruiz Soler, recreando a Tomás "el Nitri", la primera Llave de Oro del Cante, a Juanelo y al loco Mateo, mientras las primitivas livianas y romances gitanos investigaba, lo que le harían merecedor, en 1959, de la dirección honoraria de la Cátedra de Flamencología y Estudios Folklóricos de Jerez de la Frontera y, en 1962, de la XIV Llave de Oro del Cante, en el Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba, donde un jurado, al que no faltaron, entre otros, mi recordado maestro y poeta de Cántico Ricardo Molina, Antonio Murciano y Manuel Ríos, quienes le harían merecedor del galardón que, en el Alcázar de los Reyes Cristianos, le entregara Antonio "el bailarín", quien por entonces actuaba en la ciudad universal. La Medalla al Trabajo y la de Oro a las Bellas Artes recopilan toda su trayectoria, la de a quien sólo faltó la toga, el birrete y la muceta por méritos en el cante antiguo y el buen hacer en el mundo del flamenco.

* Catedrático