Le conocí personalmente cuando el otoño asombra. Recuerdo aquel 13 de noviembre de 1998 y su llegada en compañía de Mercedes, su esposa. Era viernes y la brisa se percibía fría. Don Joaquín Ruiz-Giménez vino a recoger el premio que le otorgamos el 28 de febrero pasado en el Instituto Olof Palme de Estudios Políticos, Económicos y Culturales, que presido ahora y entonces era su vicepresidente. Fue digno de nuestra más simbólica hoja de abedul en plata de ley, incrustada en una bella pirámide de metacrilato que, él mismo, nos insinuara complementarla con una rama de olivo. Sus notables méritos académicos y la larga trayectoria docente o política no fueron determinantes para la concesión del galardón sobre Derechos Humanos, lo hicimos por sus principios en defensa de los desfavorecidos y de los derechos de los niños en el ámbito internacional, en los años humanamente más deteriorados en el Tercer Mundo, así como por su impulso, de acuerdo con su pensamiento democristiano, a los diversos foros de convivencia en libertad durante la dictadura franquista de la que, entre 1951 y 1956, fue ministro de Educación y consejero Nacional de sus Cortes, en 1957, en las que se opondría a algún que otro proyecto de ley, tras haber sido también, entre 1948 y 1951, el embajador ante la Santa Sede que preparó el Concordato.

Recuerdo su mirada comprometida y tolerante al llegar en AVE, días antes acababa de intervenir en un Seminario Internacional sobre la Violencia y la Infancia celebrado en Valencia. Acudí, pasadas las 10,41 horas, junto a los letrados Antonio Jesús Serrano e Iñigo Crespo para trasladarles hasta el IES Luis de Góngora, donde tras grato paseo nos esperaban Joaquín Martínez Björkman, como presidente y demás miembros del Instituto Olof Palme junto al director del centro Julio Armesto, quien tras su cordial acogida les mostraría la capilla barroca, haciéndole firmar después al profesor en el libro de visitantes ilustres de tan querida institución docente cordobesa. Aquella mañana, coincidimos con el vicepresidente del Comité Regional de UNICEF, Ricardo García Pérez, quien desde Sevilla se había desplazado hasta la ciudad de La Mezquita, a fin de darles a ambos la bienvenida a Andalucía y, más tarde, viajar con ellos hasta aquella, donde tan célebre catedrático de Filosofía del Derecho y de Derecho Natural y, a partir de 1982, ejemplar y primer Defensor del Pueblo tenía previstas otras actividades con la prestigiosa organización que presidía.

Su paso por nuestra universal urbe no sería el primero, estuvo a ella vinculado por sus fuertes convicciones democráticas y de conciencia cuando presidió "Cuadernos para el Diálogo",un anhelo para retoñar el país entre 1963 y 1976, habiendo dado alguna que otra conferencia en el Circulo Cultural "Juan XXIII". Nos comentó su especial recuerdo del malogrado Aldo Moro con quien, en 1977, compartió tribuna en un acto electoral en apoyo de la Democracia Cristiana, celebrado en el Gran Teatro, así como de nuestro siempre respetado José Aumente, para él un entrañable amigo al que admiró por "la lucidez de su pensamiento y la prudencia de sus actitudes, dentro de su valentía y autocrítica". La visita tan deseable para ambos, nos la hizo saber en persona y tres días después por carta dirigida al recordado Joaquín M. Björkman, en la que le mostraba su más sincero agradecimiento y en su calidad de presidente del Comité Español de UNICEF le comunicó su deseo de volver pronto, a fin de poder conmemorar al año siguiente "no sólo el décimo aniversario de la Convención de Naciones Unidas sobre los derechos de la infancia y de la juventud, sino también para comentar lo que fue el Circulo "Juan XXIII" en el clima de la transición democrática y a personas fundamentales como José Aumente y otros". Tras su encuentro con la prensa y en un salón repleto de público entregado dictó su ponencia sobre "Los Derechos Humanos, hoy", cuando estábamos para cumplir el 50 aniversario de la Declaración Universal, en la que nos reiteró su deber con los desfavorecidos, el drama de Centroamérica en aquellos instantes, por lo que urgía a crear en Naciones Unidas un fondo estable de emergencia capaz de movilizarse ante situaciones de catástrofes vividas, como la del huracán Mitch. Nos recordó la muerte diaria de 35.000 niños por causas evitables, exigiendo más ayuda al desarrollo. La jornada concluyó en el Circulo de la Amistad en un "reconfortante clima de amistad" con quien fuera todo un referente para mí, no sólo por suceder en 1969 a don Manuel Giménez Fernández en ID, sino por su recorrido ético y social desde que actuó como experto en el Vaticano II, presidiera Pax Romana, la Comisión Nacional de Justicia y Paz o fuera nombrado vicepresidente del CEAR y del Instituto de Derechos Humanos o, en Ginebra, presidente de la Comisión Internacional de Juristas. Descanse en paz Joaquín Ruiz Giménez Cortés, arquetipo de persona.

* Catedrático