Hoy, a cien años de aquellos dramáticos sucesos de 1909, "la lucha continúa" para el grupo de "La Gallinaire", según se deduce de sus pintadas hechas en una veintena de iglesias de Barcelona, en las que afirman que "la Iglesia apesta, aunque hoy no arda" y que "la única iglesia que ilumina, es la que prende". Unas lamentables expresiones que para algunos atentan contra la libertad de culto y que nos recuerdan lo acontecido cien años atrás. Fue el gran acto de fuerza del anarquismo español, a raíz del recrudecimiento del problema de Marruecos, donde habíamos conseguido una pequeña zona de influencia. La llamada "Semana Trágica de Barcelona" tuvo su origen en el reclutamiento forzoso de reservistas para enviarlos a la guerra que nuestros uniformados libraban en el norte de Africa. Los anarquistas, opuestos a la intervención, aprovecharon aquella coyuntura para lanzarse enfurecidos a las calles de algunas ciudades catalanas. No hubo un claro inductor que manipulara a las multitudes, ya que muchos lo hicieron de forma espontánea, movidos por la pobreza y precariedad en que vivían en aquella España de la Restauración, en la que no faltó el problema religioso y el sesgo anticlerical que posibilitaría que la ciudad condal se convirtiera en un verdadero infierno. En ese estío de 1909, entre el 26 de julio y el 2 de agosto, daba comienzo una de las mayores pesadillas de nuestra común historia. A comienzos del mes los obreros españoles aún seguían trabajando en el ferrocarril que uniría Melilla con la zona minera del Rif, siendo víctimas de un ataque de sus Kábilas, a las que pronto con firmeza responderíamos. Las crónicas nos hablan de las atrocidades que allí se cometieron, lo que provocó la indignación general. El día 10, el Gobierno conservador de Maura decretó la movilización de reservistas, ya que se hacía necesario dar una respuesta contundente a los sublevados. Muchos socialistas se negaron al reclutamiento y también al envío de tropas, criticando que algunos se libraran de engrosar filas al pagar unos seis mil reales de cuota. El día 24, Solidaridad Obrera, con apoyo anarquista y de numerosos socialistas, lanzarían una movilización general en contra de la militarización, lo que haría que dos días más tarde la ciudad de Barcelona se encontrara sin transportes y comunicaciones, dando el día 27 lugar a la más extrema de las violencias callejeras, al asalto e incendios de iglesias y conventos por ser aliados del poder, saqueos y hasta profanaciones de tumbas, sin que nadie supiera de verdad el por qué ni para qué se había suscitado tal ola de sangre y despropósito. En los días sucesivos se intentó exportar el conflicto hasta otras regiones, cosa que no resultó. El Gobierno, no tolerando aquella oleada de salvajismo, la reprimió con dureza con fuerzas llegadas desde Valencia, Zaragoza y otras zonas cercanas, a fin de que pronto pudiera todo volver a la normalidad. El balance final fueron 78 muertos, tres de ellos militares, más de 150 heridos, un par de miles de detenidos y algún consejo de guerra celebrado, con condenas a muerte y fusilamientos inmediatos, entre ellos el de Francisco Ferrer Guardia, quien dirigía hasta entonces la Escuela Moderna de Barcelona. Acontecimientos que mantengo frescos en mi memoria, por verlos hace años en la película que dirigiera Antoni Ribas y tras la reposada lectura por entonces del extenso y pormenorizado libro que, en 1968, sobre "La Semana Trágica" publicara Joan Connelly Ullman. Un ensayo sobre las causas socioeconómicas del anticlericalismo en España entre 1898 y 1912, que inaugura la visión más moderna del acontecimiento, ofreciéndonos todo un inventario de los orígenes de la guerra, los preparativos de la huelga general, así como los sucesos que desembocaron en la ejecución del referido intelectual catalán, a quien el tribunal que le condenó acusaría de ser el autor y jefe de la rebelión de julio. Hechos que nos recuerdan hoy otro grupo de profesores universitarios catalanes, con las incidencias que en la prensa tuvieran en aquellos mismos momentos. Para mí, fue punto de inflexión en la lucha de clases y una oportunidad única para echar por tierra el sistema político de la Restauración, que comenzó a desmoronarse cuando sus partidos entraron en crisis. También supuso un fiasco para la guerra con Marruecos, al darse por terminadas meses después unas acciones que volverían a suscitarse con el paso del tiempo, el principio del fin de los partidos burgueses, el comienzo de alianzas entre socialistas y republicanos, lo que llevaría a Pablo Iglesias hasta el Congreso de los Diputados, en 1910, año en que surge la CNT, se amplía la influencia del PSOE y de la UGT fuera de Cataluña, así como la caída de Maura a manos de los liberales, quienes aprovecharon cuanto aconteció para echarlo del Gobierno y poner a Moret, entrando así el problema político de España en un callejón sin salida.

* Catedrático