Las universidades de verano vienen siendo testigos sorprendidos de la magnitud de la crisis que abrasa la empresa periodística y el sombrío futuro que tiene el periódico aquí y en todo el mundo. Hablo de sorpresa porque del derrumbe de los media se conoce poco en comparación con otros cataclismos económicos. Ya se sabe: en casa del herrero... Pero los números rojos queman en la mano de sus gerentes en tanto que son miles de periodistas los que llegan al paro y otros más los que se amputan salarios y derechos sociales a cambio de permanecer en activo. La caída de la publicidad (un 40 menos en un año), la superabundancia de medios y la voracidad de internet, que a todos araña poco a poco, son los principales responsables. Así pues, la empresa periodística se debate entre el mantenerse de pie hoy, apechugando contra la crisis, y cómo quitarse el miedo al futuro próximo que nos anuncia el fin del papel prensa y la desaparición (por inanición, fusión, compra o desistimiento) de centenares de radios y televisiones. La crisis castiga más allá de lo increíble a la empresa periodista, en tanto que internet se ofrece como el embudo por el que tendrán que pasar, redundándose, los soportes informativos, singularmente, prensa, radio y televisión. La muerte del periódico tradicional asusta a esta profesión tanto como el cambio climático a los verdes. Por ello algunos parecen quijotes defendiendo sus molinos de papel y otros por lo bajini (o no) piden a los gobiernos apoyo económico para aguantar la riada. Las televisiones han tenido su respuesta con la eliminación de la publicidad en TVE pero no así el resto de soportes informativos. También tienen derecho. ¿O es que proteger la difusión de un periódico tiene menos valor que fabricar un coche? Algunos pensamos que no. Prensa es libertad y debate. La sangre de la democracia.

* Periodista