Pocos lo dudan: el próximo invierno, millones de personas serán infectadas por el nuevo virus de la gripe. Cada año fallecen como consecuencia de esta enfermedad unos 8.000 españoles, pero lo más probable es que esta vez el número sea sustancialmente más elevado. La ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, comentó que se está trabajando con distintos modelos de previsión, pero evitó dar la cifra que sale de ellos porque no están completados y el margen de error es muy alto. La OMS acepta ya que la pandemia es imparable. El próximo otoño castigará Europa antes de que haya vacunas que permitan una inmunización masiva. Habrá vacuna, pero muy pocos mantienen la esperanza de que esté en octubre, fecha habitual de la campaña de vacunación. Las autoridades sanitarias, por tanto, deben preparse para atender a millones de enfermos en poco tiempo.

La sanidad española tiene ante sí un gran reto, probablemente el mayor desde que las comunidades autónomas asumieron esta competencia. Ante una emergencia como la que se avecina solo cabe la máxima coordinación y eficacia por parte de todos, ministerio y consejerías. Las directrices han de ser claras y nunca contradictorias. Ante la epidemia, las autoridades deberán actuar con transparencia, tratando a la población sin falsos paternalismos. Y los ciudadanos deberán comportarse con el máximo de disciplina para que no se produzca un colapso de los servicios. Y todos estamos obligados a no perder la calma.