La ecuación euskaldun/fededun (vasco/creyente) es una de las coordenadas que definen con más acierto los cómos y los porqués de la historia de Euskadi. Desde las guerras carlistas hasta el nacimiento y la expansión de ETA, la Iglesia católica en el País Vasco ha sido un referente inexcusable que se ha desarrollado en función de las circunstancias, llegando a impregnar buena parte del ideario nacionalista. La filiación religiosa está intrínsecamente ligada a la creación del concepto de patria vasca y al alumbramiento del PNV. En la historia más reciente, buena parte del clero -en especial, el de implantación rural- se significó por su apoyo a la causa republicana. De ahí provienen los sacerdotes asesinados por Franco entre 1936 y 1937 que ayer fueron recordados en la misa de Vitoria promovida por las tres diócesis vascas para "purificar la memoria, servir a la verdad y pedir perdón". 14 sacerdotes que, en palabras de los obispos de Bilbao, San Sebastián y Vitoria, "habiendo sido ejecutados por los vencedores, han sido relegados al silencio". Ricardo Blázquez (ex presidente de la Conferencia Episcopal Española), Mario Iceta y Juan María Uriarte han plantado cara a la CEE, que ninguneó a estos curas y solo llevó a los altares a cerca de 500 religiosos víctimas de los exaltados del bando republicano. Convendría de una vez por todas un reconocimiento sereno, piadoso y fiel a la historia en el que tuvieran cabida todos aquellos que perecieron en la contienda y en la posterior represión franquista. Para que descansen en paz y con dignidad.