Al leer estos días sobre la muerte de Vicente Ferrer, uno no puede menos de recordar también a Madre Teresa de Calcuta, y sentirse impresionado por la generosidad de estas dos personas que lo dejaron todo para dedicarse exclusivamente a ayudar a los más necesitados. Sin embargo, sin minimizar en absoluto su ingente y heroica labor, uno no puede menos de pensar que los dos se quedaron cortos en la lucha contra la pobreza. Madre Teresa, con una labor asistencial extraordinaria, ofreció cariño a los moribundos, a los enfermos, a los deshechos de una sociedad darwiniana regida por las leyes de la supervivencia del más fuerte, pero nada hizo para cambiar estas leyes. Ella misma lo dijo: "Yo no estoy para cambiar estructuras" Su labor fue como la de asistir a unas víctimas de accidentes de tráfico, sin decir nada del mal estado de las carreteras o la falta de un código de circulación y unas leyes de seguridad vial adecuadas. Vicente Ferrer dio un paso de gigante más allá de la mera labor asistencial, y se involucró de lleno en la labor de desarrollo, no conformándose en dar pescado a los hambrientos sino que les enseñó a pescar, cambiándolos, de meros mendigos a pequeños productores, que podían tomar el futuro de sus vidas en sus propias manos, pero también se quedó corto en la lucha contra la pobreza. El mismo admitía, equivocadamente, que "no hay pobreza, sino sólo pobres". Si Madre Teresa ayudaba a las víctimas de tráfico, Vicente Ferrer enseñaba a conducir, pero por carreteras infernales y sin leyes de tráfico alguna.

Con perdón por juntar a estas dos santas personas al ateo Carlos Marx, hay que admitir que Marx fue algo más lejos que Teresa y Vicente en la lucha contra la explotación del hombre por el hombre, al analizar críticamente, las "leyes de circulación" de la economía capitalista actual y apuntar a sus tres leyes básicas que hoy, aun en tiempo de crisis del sistema, regulan nuestras vidas: la ley de acumulación de capital , es decir, la tendencia imparable de sustituir mano de obra por maquinaria. De la mecanización hemos pasado, en muy pocos años, a la informatización, automatización y robotización, dejando en los caminos contaminados que cruzan a tres de los cinco continentes, a millones de víctimas incapaces de adaptarse a estas nuevas tecnologías: agricultores, artesanos, pequeños productores, etc; la ley de concentración de capital , la palabra que más se oye hoy como panacea para salir de la crisis del sistema es "fusión": que los bancos se fusionen, que las grandes corporaciones se fusionen, que las empresas se fusionen... ¡que los peces grandes se coman a los pequeños! Los gobiernos se vuelcan en ayudar a alimentar a los grandes peces que, por cierto, han creado la crisis actual, olvidando las ayudas a las pequeñas y medianas empresas que son las que mantienen en equilibrio todo el sistema social; la ley del ejército de reserva , una vez las máquinas hayan sustituido a la mano de obra y las grandes empresas se hayan comido a las pequeñas, quedará, según Marx, un enorme ejército de reserva, es decir, millones de parados, que servirán para mantener bajos los salarios. Hoy también los "gurús" de la economía proponen, como primera medida para luchar contra la crisis, la reforma del mercado laboral: contener los salarios, facilitar el despido, recortar las prestaciones sociales. Este ejército de reserva también es el enorme ejército, en los países del tercer mundo, de potenciales consumidores de los productos del primer mundo. Los países capitalistas, seamos sinceros, por su propia supervivencia, no pueden desear el desarrollo de los países de Asia o Africa más allá del nivel de consumo; les ayudarán generosamente a convertirse en compradores, si es necesario, compulsivos, de productos importados de los países más ricos, pero pondrán todas las trabas posibles al flujo de de bienes y personas hacia estos países más desarrollados.

Hay que ayudar, sin duda, a las víctimas de la pobreza, hay que enseñarles a valerse por sí mismos, hay que criticar las reglas de nuestro sistema económico, pero, como último eslabón en la lucha contra la pobreza, se necesitan gobiernos dispuestos a cambiar las injustas leyes que rigen nuestro mundo globalizado. Mientras esto no se haga, todas las madres Teresas y Vicentes Ferrer juntos, podrán ayudar a miles y miles de pobres, lo que ya no es poco, pero no cambiarán lo que Juan Pablo II llamaba "las estructuras de pecado", causa principal de la pobreza y el hambre en el mundo. Ahora bien, ¿cuántos de los que rezan a Santa Teresa de Calcuta o lloran la muerte de Vicente Ferrer están dispuestos a cambiar de estilo de vida y a apoyar a partidos políticos que realmente defiendan un cambio del actual sistema económico-social capitalista? Y, quizás la pregunta más difícil, ¿dónde están estos partidos?

* Profesor