Sirvan estas letras para contar lo ocurrido el pasado día 20 de julio cuando todos los cordobeses y cordobesas esperábamos disfrutar de una buena velada flamenca.

Junto a unos amigos y familiares venidos de distintas partes de nuestra geografía y acompañados de nuestros hijos de edades comprendidas entre los siete y diez años, fuimos al disfrutar del concierto de la banda Medina Azahara y de Rosario Flores, el cual se celebró en la extensa Avenida de República Argentina.

Maravillosa noche cordobesa aunque eso sí, 36 grados y en alerta naranja anunciada en todos los medios de comunicación y por deseo expreso de las autoridades sanitarias.

Pues bien, cuando intentábamos acceder al recinto de celebración, el cual estaba vallado como si fueran los asistentes presos de Guantánamo, y tras largos minutos de espera, al entrar, un vigilante de seguridad me instó a dejar una botella de agua para los más pequeños que portaba en las manos. A lo cual y sin más dilación le expliqué que era la bebida de estos y que no iba a deshacerme de ella, y entre "dimes y diretes" me dijo que o dejaba la botella o salía por donde había venido.

Intentando convencerle de lo absurdo que me parecía la orden pasaron los minutos, colmando tanto la paciencia del vigilante como del que suscribe y terminando ambos tirando cada uno de un lado de la botella y derramando el preciado liquido elemento.

Acto seguido fui empujado y tratado como un delincuente por otros dos vigilantes más y casi expulsado del recinto si no es por mi familia que acudió en mi auxilio.

Mal ejemplo para todos los venidos a Córdoba, si en alerta naranja por calor hacemos que se deshagan del agua que portan para entrar a un recinto abierto en el que se celebra algo gratuito y popular organizado además por el Ayuntamiento de la ciudad que es quien puso a los vigilantes de "Guantánamo" allí y con esa orden.

Así no seremos jamás la ciudad de la que tanto hacemos alarde.

Jesús Manuel Alcáraz Gómez

Córdoba