El nuevo administrador diocesano de Valladolid, Félix López, lo ha dicho claramente y con cierto agobio ante lo que se le viene encima: la Santa Sede puede tomarse su tiempo, entre 5 meses y un año más o menos, en nombrar titular en ésta como en las otras tres sedes hoy vacantes, que son las de Oviedo, Cartagena y Córdoba. Y me preguntaba yo al leerlo que si los designios vaticanos, tan impredecibles, hacen sentirse "abrumado" al sacerdote vallisoletano, qué no pasará por la mente y el corazón --por más equilibrio que ponga entre ambos-- de Juan José Asenjo, quien desde enero simultanea su cargo de arzobispo coadjutor de Sevilla con la administración apostólica de esta diócesis, tras presidirla con firme suavidad y prudencia durante un lustro.

Son conocidas las dotes de diplomacia y organización de monseñor Asenjo. Pero medio año soportando ese difícil doblete , y lo que puede quedar todavía, es demasiado hasta para alguien con la capacidad de trabajo de este castellano que tan bien supo calar en el alma andaluza. Lo hizo en Córdoba, donde la calma que se respira en medios eclesiásticos hace suponer que está aún verde la llegada de su sucesor. Y lo está haciendo en Sevilla, a pesar de que allí hubo de afrontar una dura prueba inicial por culpa de una inoportuna estampita y un rosario de malos entendidos que, a la postre, sólo han reafirmado su ductilidad y bonhomía. En círculos entendidos se vincula la llegada del nuevo obispo al previsible relevo del nuncio en España. Y hay quienes, afinando más, barajan el 23 de agosto, día de la teórica jubilación de Amigo Vallejo al cumplir 75 años --que podría alargarse--, como la antesala de la toma de posesión de Asenjo de la archidiócesis hispalense y, por tanto, de su adiós a Córdoba, que será un hasta siempre.