En los años setenta diversos mantras se instalaron entre nosotros; los más destacados fueron: nucleares, no, gracias; eucalipto igual a erosión y desierto, y el aceite de oliva perjudica la salud por colesteroido y cancerígeno. 40 años más tarde solo hemos podido derribar la mentira del aceite; el eucalipto sigue arrinconado y las nucleares, ay, están de plena actualidad. El cambio climático y luego la crisis económica le han dado un nuevo atractivo. Ocurre que buena parte del mundo desarrollado apuesta por las energías alternativas y confía que pronto el nitrógeno y el llamado carbón limpio, entre otras fuentes energéticas, sean suficientes para desplazar al petróleo como rey de la energía y congelen la construccion de nuevas centrales nucleares. Pero en tanto esto ocurre, los grandes lobbys nucleares se abren espacios de crédido cada día más amplios en sectores de influencia de las sociedades occidentales y, también, en España. Aquí, además, se han encontrado con un aliado inesperado: Zapatero. Su quietismo frente a este debate que es real por inevitable y su cantada alergia por lo nuclear sin más explicaciones, les ha dejado el campo abierto para multiplicar adeptos, sobre todo en su partido, hasta dejarlo en minoría en vísperas de una decisión importante: cerrar o no Garoña. El asunto Garoña no es un debate nucleares, sí o no; sino un asunto claramente político: Zapatero, sí; Zapatero, no . Una vez más el presidente falla en la comunicación. Si su intención era cerrar la nuclear tendría que haberlo peleado hace meses en el Parlamento y ante la opinión pública. Pero no lo ha hecho y hoy está prácticamente cercado. Ha contribuido a que progresen las tesis pronucleares en nuestro país en tres años más que en los 30 anteriores.

* Periodista