Allá en el Cerro de los Angeles, hace ahora 90 años, el rey Alfonso XIII declaró que toda España se consagraba al Corazón de Jesús. Desde entonces, ha pasado mucha agua bajo el puente, los tiempos han cambiado, la búsqueda del hombre posmoderno parece no tener límites, en un intento de conseguir la felicidad soñada. Vivimos en un mundo en el que han perdido vigencia los valores culturales más sólidos: la religión, la familia y las tradiciones. Los gobiernos hace tiempo que perdieron el más mínimo decoro y autorizan el aborto a las mismas niñas a las que impiden comprar tabaco o alcohol. La educación, lógicamente, es un caos de apariencia irremediable. Aunque sigamos siendo una presumible mayoría los que tenemos creencias religiosas, respetemos las tradiciones razonables y queramos vivir de una manera civilizada y respetuosa, hemos tolerado que se impongan públicamente las verdades contrarias. Y así, en este contexto, se recorta hoy en el horizonte el monumento del Cerro de los Angeles, obra conjunta de Nadal y Marinas, ante el que va a renovarse la consagración de España al Sagrado Corazón, o lo que es lo mismo, en palabras del cardenal Rouco, "la proclamación de que el amor de Cristo llega hasta el fondo del hombre, le perdona sus pecados, le cura por dentro y le da nueva vida". En aquel momento histórico, una ola teológico-espiritual muy marcada por la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, servía como símbolo de ese amor redentor. Venía cultivándose intensamente, por lo menos, desde el siglo XVII, si no nos queremos remontar más atrás, al "Libro de los ejercicios", de san Ignacio, o a la renovación teresiana de la Orden del Carmelo. La Iglesia ofrecía el Evangelio y la salvación al hombre, en esa primera mitad del siglo XX, tan conmocionada por corrientes ideológicas negadoras de Dios y del propio hombre, a través de la propuesta del amor redentor de Cristo. Años después, la cainita contienda civil grabó sobre nuestra memoria el esperpéntico fusilamiento sobre una imagen que abrazaba a los milicianos que disparaban. Hoy es otra cosa. Son otros tiempos. España dejó de ser católica oficialmente aunque lo sea sociológicamente. Hoy, cuando se avecina el maquillaje de la Ley de libertad religiosa, en un ambiente agresivamente laicista con resabios anticlericales, emerge la imagen de Cristo, en el Cerro de los Angeles, con los brazos extendidos, ofreciendo alivio a los corazones desgarrados, solaz a otros muchos cansados y agobiados, incluso en la misma Iglesia y luz a quienes lo buscan con sincero corazón. Evangelizar es mostrar la misericordia entrañable que simbolizan los brazos abiertos del Corazón de Jesús.

* Periodista