La igualdad entre hombres y mujeres está consagrada por las leyes y defendida por los poderes públicos, que actúan de garantes de tal equidad. Esa es la teoría. La práctica depara resultados menos claros, pues se dan casos en los que dicha igualdad naufraga en base al rechazo de algunas personas del sexo masculino que se valen de sus posiciones de poder para ejercer la discriminación. Pero la desigualdad también obedece a atavismos aún sin resolver. Es el caso del Círculo de la Amistad, una entidad con raigambre en la sociedad cordobesa y en la que hasta ahora la mujer quedaba en cierta forma relegada a un papel secundario. Ahora, tras la celebración de la asamblea general extraordinaria celebrada el lunes por esta sociedad que aglutina a más de 2.500 socios, la mujer tendrá plenos derechos en este liceo artístico y literario, desde la participación en las votaciones al acceso a cargos directivos.

No podía se de otra manera. Ninguna institución pública puede dejar relegado el papel de la mujer ni siquiera con la coartada de lo práctico. La igualdad debe ir más allá de lo conceptual. Si se amplía la mirada más allá de la capital, se observará que la gran mayoría de la veintena de círculos y centros sociales de la provincia también ha superado planteamientos inveterados y las mujeres pueden ejercer sin cortapisas su derecho constitucional a la igualdad, aunque la representatividad de la mujer continúa siendo minoritaria. No se puede olvidar que hombres y mujeres tienen que ser iguales, y no solo aparentarlo.