Tal vez haya quien considere una frivolidad hablar de tabernas en estos tiempos castigados por la crisis y el enfrentamiento político. No piensan así, desde luego, dos jóvenes montillanos, Carlos y Sonia, marido y mujer, quienes han reflotado, después de más de un año de silencio, la taberna más clásica de las que perviven en Montilla, la taberna de El Bolero, enclavada en la calle Fuente Alamo. El tabernero, Carlos, siente pasión por su establecimiento, a sabiendas de que son muchos los montillanos que le aplauden su decisión de recuperar lo perdido. Un patrimonio que ya temíamos irremediablemente desaparecido y que la fortuna nos ha devuelto a través de estos jóvenes. Y es que ha trascurrido ya más de un año desde que se echó el cerrojo dejando a la fiel clientela extraviada y fragmentada.

Ahora, cuando las puertas se han vuelto a abrir, volverán a anidar poco a poco los incondicionales parroquianos de El Bolero que tuvieron que volar a otras tabernas tras el cierre de ésta. Y, otra vez, las tertulias volverán a ocupar el espacio que le es propio. Algún cantaor se agarrará a la barra para echar afuera el burujón de cante que lleva dentro. Y correrá el vino sencillo, sin malicia, por entre los parroquianos que saben beberlo de verdad. Carlos y Sonia tienen proyectos. Reconstruir la recoleta bodega de la casa y disponer de un espacio abierto a iniciativas culturales. Todo es cuestión de tiempo y de decisión. Por lo pronto, ya podemos visitar la taberna, sumergirnos en su ambiente y participar en los debates mientras se consume un medio de los de siempre en un ambiente donde no falta un buen chiste ni una buena discusión que nos permita irnos a casa tranquilos y con el ánimo dispuesto a la convivencia. No en vano estos vinos "predisponen al perdón y al heroísmo, destruyen la melancolía y concilian el sueño".

* Maestro