Días pasados concluyó la histórica peregrinación de Benedicto XVI a Oriente Próximo, por cuanto conllevó de sutil desafío. Ha sido una semana de frenética actividad en su mejor tradición diplomática, con claros y sombras por parte del Vaticano en su búsqueda de la paz y cargada de valientes gestos o de simbolismos diversos por aquellas tierras de Jordania, Israel y, cómo no, de la Palestina que pisara Jesús , habiendo quedado Gaza excluida del periplo. En sentido estricto fue una peregrinación como imagen de nuestra existencia hacia Dios y también una exitosa visita pastoral a los minoritarios fieles católicos que allí moran, habiendo prestado un servicio para la unidad entre cristianos, escenificada frente a musulmanes y judíos en el encuentro con el patriarca ortodoxo Teófilo III y, sobre todo, para el dialogo interreligioso, muy deteriorado con hebreos y musulmanes por las pasadas intervenciones como teólogo del Papa Ratzinger . En definitiva, un viaje para la construcción de la paz, tal y como él mismo lo refiriera así durante su habitual rezo del Regina Coeli, la oración que en tiempo de Pascua sustituye al Angelus."Así la Tierra Santa se ha convertido ella misma en casi una metáfora de la revelación, un quinto Evangelio, como algunos la han llamado, que por su propia historia puede ser considerada como un microcosmos que resume en sí misma el fatigoso camino de la humanidad hacia el reino de la justicia, el amor y la paz".Unas bellas palabras las del Papa, quien ha querido prestar un favor más para la construcción de la paz, en un lugar que, según él, se ha convertido en "símbolo de división y conflictos interminables" que deben interpelar a nuestro corazón. El Santo Padre ha abogado también en Jerusalén, como lo hiciera antes en Cisjordania ante Mahmud Abbas , por un Estado para los palestinos en convivencia con Israel. En plena sintonía con los acuerdos de Oslo, y en abierta oposición a las intervenciones de Benjamín Netanyahu , el pontífice planteó la urgente necesidad y el derecho de aquellos a crear "una patria soberana en la tierra de sus antepasados, en paz con sus vecinos y dentro de las fronteras internacionalmente conocidas".En este viaje ha sido un verdadero peregrino para la paz, expresando igualmente su rotunda condena al antisemitismo en su referencia al exterminio judío en el Holocausto, que no debería olvidarse ni jamás ser negado, reclamando así el reconocimiento universal del Estado de Israel en clara referencia a quienes aún lo cuestionan; pero de igual manera hizo lo propio con el Muro de la vergüenza, que hoy bloquea la Cisjordania por parte del Estado israelí, habiendo sido calificado su viaje por algunos sionistas de artera maniobra política. Los mufties musulmanes tampoco parecen haberse quedado muy convencidos del todo con los resultados de la peregrinación papal. Tan solo los palestinos han gozado de la efímera ilusión de una existencia futura distinta a la actual. Entre ellos, había no pocas reservas de que su visita pudiera ser utilizada para que Israel lavara su propia cara, sobre todo, tras el ataque a Gaza, cosa que no ha sido así como bien pudo demostrar Benedicto XVI cuando condenara sin paliativos la sangría dada en aquellas tierras. En el plano político el Vaticano no hace otra cosa sino reiterar ante israelíes y palestinos lo que ya viene siendo doctrina habitual por parte de la comunidad internacional. Se comprometió con la solución de los dos Estados, deplorando la existencia del muro, pero abogando también por que se alcance pronto algún tipo de solución política. El Papa no ha tenido reparo alguno en abordar casi todos los temas de actualidad. Tan solo se ha inhibido de abordar el problema de Jerusalén, que aún continúa pendiente. La Iglesia católica se opone a que dicha ciudad sea la capital de Israel. Por ello, ha pedido a los cristianos que allí moran que nunca la abandonen. Su doctrina vigente es que la ciudad santa, la de las tres religiones del Libro, no debería quedar en manos exclusivas de una de ellas. Por su presión, en 1947, en la propuesta 181 de la Asamblea General, la ciudad de Jerusalén fue declarada Corpus Separatum", es decir, entidad separada, bajo administración de la ONU, formula que no llegó a implementarse. Israel siempre reitera su posición de que mientras se garanticen los derechos religiosos y culturales de todas las comunidades existentes en ella, la ciudad seguirá siendo bajo su soberanía la capital del Estado.

Es, desde la Guerra de los Seis Días, de 1967, lo que se viene ejerciendo y aplicando por la posterior Ley de 1980. Hoy, su zona Oriental, que incluye la parte vieja de la urbe, es reivindicada por la Autoridad Nacional Palestina, con la intención de declararla capital de su futuro Estado, hecho al que con rotundidad se opone Israel, por considerarla indivisible y suya por su historia milenaria. Ahora, Netanyahu y Obama tienen la palabra.

* Catedrático