Se deja entrever en sus propuestas, las del cardenal Rouco Varela , quien arropado por otros jerarcas de la Iglesia católica ha recuperado su tono beligerante contra el Ejecutivo, sobre todo cuando hablara, en la reciente apertura de la asamblea plenaria de la CEE, del respeto a la vida desde la concepción hasta su ocaso y, cómo no, al referirse a la Educación para la Ciudadanía, entre otras cuestiones más que, según él, suponen "cegar las fuentes" morales de los ciudadanos a los que aboca a esa crisis ética de la aceptación social del aborto. El purpurado tiene todo el derecho a manifestar su parecer y el del conjunto del episcopado español, a fin de cuentas es su rol. En un estado de derecho cabe todo, incluso que pueda afirmarse como ahora que "el crimen del aborto ensombrece desde siempre la historia de la humanidad". Sosteniendo que el "deterioro de la conciencia moral" ha ido en aumento, tanto en la práctica como en las leyes, sin que por ello entiendo deba nadie rasgarse las vestiduras, diciendo que lo que le corresponde expresar a la Iglesia sea determinar "qué es pecado, pero no qué es delito", mientras que el Gobierno sí que debe elaborar las leyes que afecten "a toda la ciudadanía" con respeto a todas las posiciones. Entiendo que va siendo hora de pasar factura por la encubierta confesionalidad del Estado, reivindicándose el laicismo no solo como método sino como herramienta necesaria para que se articule el nuevo modelo de libertad religiosa que se pretende, para así poder pasar a un Estado laico. No puede ser que la Iglesia nos quiera imponer a todos su criterio ético, como el único que responde a la verdad, apareciendo como consignataria con franquicia de la moral ante la extenuación, según ellos, de la cultura vacía del laicismo. Dicha institución detesta todo el relativismo democrático que caracteriza nuestra cultura, proponiéndonos la observancia de una ley moral objetiva, que en cuanto natural se halla incorporada al corazón, siendo señal de mención reglamentaria de la misma ley civil. Por ello, creo importante que, como exigencia democrática, habría que pasar ya del Estado aconfesional al Estado laico, tal y como la asociación Europa Laica lo ha reclamado ante el director general de Relaciones con las Confesiones, al pedirle otra ley de Libertad de Conciencia que garantice la neutralidad y la laicidad del Estado, la igualdad de trato a todas las convicciones y creencias, así como la anulación de los privilegios. La nueva ley, que ya ha sido avanzada por Rodríguez Zapatero ante su grupo parlamentario, debería significar una revisión profunda de la actual, que data de 1980, y una derogación de los acuerdos con la Santa Sede, por considerar que dan cobertura a la aplicación de los preceptos morales de la Iglesia católica al conjunto de la ciudadanía e instituciones del Estado, vulnerando el mandato constitucional de que ninguna religión podrá tener carácter estatal. Sin embargo, mucho me temo, como igualmente lo consideran también aquellos, que, lejos de eliminar cuantos privilegios goza la Iglesia católica, con la nueva ley, el Estado los extienda al resto de las confesiones arraigadas. No se puede sostener la actual situación, en la que se da una contradicción entre el espíritu laico de nuestra Carta Magna de 1978 y los citados acuerdos del siguiente año. Está claro, y como bien sostiene el profesor García Santesmases , que el laicismo no resuelve todos los problemas que plantea una sociedad crecientemente desigual, pero que sí que ayudaría a preservar cuantos principios se vinculan a la mejor práctica ilustrada. Tradición que, como reitera el referido catedrático de Filosofía Política de la UNED, está por llegar. Porque el laicismo, por sí mismo, no conduce a una "buena sociedad", pero sin él ni tan siquiera podríamos hablar de ella. Una temática planteada tangencialmente durante el Seminario sobre La concordia laica , organizado por la cátedra Unesco de resolución de conflictos de nuestra Universidad, y en el que participaron el director de la cátedra de Teología de la Carlos III de Madrid, Juan José Tamayo , así como Victoria Camps , catedrática de Filosofía Moral y Política de la Autónoma de Barcelona, junto a los profesores Salazar y Torres, de la UCO, quienes presentaron sendos libros de los ponentes, uno de ellos, el de la profesora de la UAB, escrito con Amelia Valcárcel . Importantes referencias todas ellas que nos hacen pensar sobre la libertad de conciencia, la igualdad o el pluralismo, lo que nos sirve para el cruce del Estado aconfesional, o de confesionalidad encubierta, a otro de tipo laico.

* Catedrático