Sin temor a equivocarnos, el agua es uno de los problemas más dramáticos que le haya podido acaecer a Palestina, sobre todo tras su ocupación más reciente. Durante las tres semanas que duró en la Franja de Gaza, un tercio de su población pudo ver cómo se le restringía el suministro de tan preciado elemento. Según nos cuenta Somac, aún al día de hoy, unos cincuenta mil habitantes de aquellas tierras continúan sin poder engancharse a la red o lo que es peor, sin visos de poder arreglar su problema por falta de infraestructuras. El Estado de Israel, desde la ocupación llevada a cabo en 1967, declaró como suyos todos los recursos hídricos de aquel pueblo del Oriente Próximo, habiendo establecido una política que, en la práctica, conlleva que muchos de sus acuíferos se hayan vuelto salinos, lo mismo que se deseca el río Jordán o incluso hasta el propio Mar de Galilea. Si el promedio de consumo normal puede establecerse para cualquier persona en unos 340 litros por día, sin embargo, entre la población palestina, la cifra habría que bajarla hasta los 78, cuando sabemos que por parte de la Organización Mundial de la Salud se aconseja que jamás debería descender de los 100 litros. En términos globales, el Estado de Israel utiliza el 90 por ciento del agua disponible, quedando para las zonas de Palestina el restante 10 por ciento, del cual tan solo un 20 es aceptable para beber. Ha habido pues una auténtica colonización con el tema del agua, que ha supuesto desde hace lustros una agresión para sus habitantes. En una de las zonas de la Tierra con menos recursos hídricos, el robo de tan preciado líquido, que viene sufriendo desde hace décadas la población palestina, ha llegado a adquirir el rango de táctica militarista, habiendo hecho a dicho pueblo inviable para que pueda constituirse como un Estado independiente. Este es otro de los motivos por los cuales los palestinos deberían contar con nuestra solidaridad, sobre todo tras las últimas agresiones entre Israel y algunas de las facciones de aquel pueblo que hoy en día habita, como antaño también lo hiciera, en la tierra donde vivió Jesús. De igual modo, hace unos días el Administrador Apostólico de Córdoba recordaba a los católicos de su diócesis, que el próximo viernes la Iglesia romana celebra las Jornadas por Tierra Santa, si bien tan solo haciendo hincapié en su petición de ayuda, para que la misma sea destinada a los cristianos que allí moran, donde constituyen una minoría secundaria y postergada, corriendo el serio peligro de su desaparición, apelando pues a la sensibilidad de los bautizados, no solo para que recen por aquellos hermanos suyos de Palestina, quienes padecen en demasía, sino también en demanda de su auxilio económico, tal y como estableciera en la colecta por Tierra Santa, instituida en la centuria del Quinientos por el Papa Martín V y confirmada, para cada Viernes Santo mientras se adora el signo de la Cruz, por cuantos titulares pasaron por la silla de Pedro. Hoy en día, aquella comunidad de creyentes fragmentada en 18 confesiones con diversas creencias y ceremonias, dentro del contexto político de Palestina, es sin duda pequeña y pobre, con un paro que alcanza hasta el 70 por ciento de su población, y que la mitad de ella subsiste por debajo del umbral de la pobreza, según los datos que aporta en su carta pastoral de fines de marzo el Administrador Apostólico de Córdoba, quien de igual modo nos plantea la necesidad de que cuantos pudieran sentirse creyentes colaboren activamente, no solo para que tengan trabajo y unas viviendas dignas los más jóvenes y las familias cristianas de Tierra Santa, o en la promoción de la mujer para que salga de su actual marginación y en ayudas de la infancia en su educación o para los abuelos más desvalidos, quienes carecen de servicios asistenciales mínimos, de pensiones de retiro y de otras prestaciones saludables, sino también en el mantenimiento de cuantos edificios se tutelan por los hijos del santo de Asís, que podrían recordarnos el paso del Señor entre nosotros. Estoy de acuerdo pues con cuanto afirma monseñor Asenjo Pelegrina , pero le recordaría , que más completo podría haber sido aún su solidario mensaje si hubiese afirmado en él que la diócesis que administra se iba a desprender durante el año 2009, de alguna de sus posesiones o bien de sus muchas y valiosas riquezas patrimoniales de tipo material, donde incluyo algún báculo tan ostentoso como innecesario o los costosos ornamentos para la liturgia en recuerdo de la Mesa del Señor, con el fin de acudir no solo en auxilio de los cristianos de aquellas santas tierras para los creyentes del Libro, sino también para cuantos creyentes o no sufren el hambre más extrema, por la genocida actitud del Estado de Israel, que incluso les roba hasta el líquido elemento, como bien pusiera de manifiesto Shaddad Attili , jefe de la Autoridad Palestina para el Agua.

* Catedrático