Su genio, un tanto áspero, no le granjea muchas amistades. De hecho, no hay asamblea o reunión cualquiera a la que asista que no ponga el dedo en la llaga. Pero quien lo conoce bien sabe que todo es simple apariencia y que Paco Muñoz el de Los Felipes siente lo montillano como pocos y cuenta con una hoja de servicios admirable en lo que se refiere a sus aportaciones a las tradiciones de las barriadas, a iniciativas culturales y religiosas, en el ámbito siempre de este municipio campiñés por el que siente verdadera pasión. No es posible conocer su archivo, que ha formado a base de conservar cuanto cae en sus manos y que almacena en algún lugar de la rebotica de su bar, en la calle del Santo. Pero cuando sale a colación entre los clientes algún tema puntual, Paco Muñoz, sin decir nada, desaparece para volver al cabo de un par de minutos con el documento en cuestión que salda la polémica.

Como no podía ser de otra manera, también tiene una bodega tradicional donde cría excelentes vinos finos en sus medias botas de roble americano con firmas de ilustres personajes que han recalado en su establecimiento.

Pero, sin duda, lo más valioso de cuanto guarda en su casa este hombre contra el que nada pueden los años, es su colección de botellines y miniaturas de botellas de todo el mundo. Miles de piezas que mantiene escrupulosamente conservadas, algunas, verdaderas joyas del coleccionismo que dan fe de vida de muchas bodegas que hoy no existen y de marcas y productos que hace muchos años dejaron de circular. Una colección que, a decir verdad, no le ha rentado lo más mínimo en cuanto a reconocimientos y turiferios.

César de la Centuria Romana Munda, solanista hasta la médula, Paco Muñoz vive a caballo entre su casa y la calle Las Salas, donde no le faltan amigos ni cómplices de su montillanía.

* Maestro