Llevábamos más de 30 años por el Campus Universitario de Rabanales de Córdoba, habíamos dado sombra y frescor a jesuitas, falangistas, chicos que estudiaban en la laboral y ahora a universitarios. A pesar de nuestra buena labor ambiental algunos nos consideraban como inmigrantes invasores por nuestra condición de eucaliptos, pero de momento nos respetaban.

Durante años habíamos escuchado desde nuestra altura a los profesores que habían enseñado en esta universidad que la tecnología tiene soluciones para todo y que los edificios deben adaptarse al entorno donde se construyen.

Unos señores enchaquetados con casco blanco, en un alarde de innovación, llegaron a una conclusión: que había que cortar 53 árboles de gran porte porque un edificio, que ha llegado al Campus 30 años después que los árboles, tenía problemas con sus desagües.

Las numerosas talas de árboles están convirtiendo el Campus en el desierto de Rabanales, con el consiguiente aumento de temperatura, incomodidad para los universitarios, reino del hormigón y gasto energético.

Gerardo Pedrós

Profesor Universidad de Córdoba

Córdoba