Hasta hace muy poco, pedir la equis para la Iglesia católica en la declaración de la renta era tachado por ciertos sectores anticlericales de acción sectaria e insolidaria. Para qué destinar dinero de nuestros bolsillos a una institución religiosa cuyos recursos, los humanos y los divinos, no son controlados ni por ninguna comisión parlamentaria, ni por ningún presupuesto político, ni por baremo alguno de la solidaridad laica y ni siquiera por el aparato del Estado. Pero hete aquí que la crisis ha venido y como resulta que ni el pueblo ni sus sesudos saben cómo ha sido, a muchos el estado del bienestar, la solidaridad subvencionada y partidista y las promesas de pre, pos y campaña electoral que nunca se cumplen les han estallado entre la manos. Sobre todo cuando demasiadas familias de esa clase media que alimenta a los que maman de los Presupuestos Generales del Estado no tienen no solo para pagar la hipoteca, sino ni siquiera para darles de comer a sus hijos. ¿Y qué hacen entonces muchos de esos que nos querían crear cargo de conciencia ciudadana por poner nuestra equis a la Iglesia, cuando se les presenta ahora un padre de familia diciendo que le ayuden para alimentar al menos a sus hijos? Pues sin el más mínimo pudor le dicen: "Váyase usted a Cáritas", y tan panchos. O sea, que los que nos piden que tengamos fe en ellos con nuestros votos y no tienen obras para ayudar al más necesitado nos mandan a los que con sus obras no solamente justifican la fe de los que le ponemos la equis, sino la suya propia. A esto se le llama fe con obras. Y a lo demás, simple y llanamente falacias. Algo positivo ha de tener la crisis: enseñarnos a reconocer a los que con nuestros impuestos hacen obras de su fe y a los que no solo nos quieren quitar nuestra fe y nuestros recursos, sino que además cuando les pedimos pan nos dan una piedra con la dirección de Cáritas.

* Publicista