El paro es el principal problema económico causado por la crisis y, al mismo tiempo, es y será una de las causas de la duración de la crisis. Un paro, el nuestro, que es siempre elevado, el más elevado de los países industrializados y, al mismo tiempo, el que más rápidamente crece ante cualquier deterioro de la situación. Tanto que parece que la economía española tiene una especie de maldición con su paro.

La explicación de porqué el paro ha crecido tanto últimamente, y crecerá más este año es muy sencilla. Puesto que el sector que más mano de obra ha absorbido en los últimos años ha sido la construcción y sus contratos son, normalmente, temporales, la paralización de la actividad ha puesto en la calle a casi un millón de ocupados en el sector. Si, además, tenemos en cuenta que el otro sector estrella de nuestra economía es el turismo y que este año, por la crisis internacional y la cotización de la libra, se espera una menor afluencia de visitantes, la contratación en el sector turístico será muy inferior a lo normal. Dado el efecto multiplicador de estos mercados en otros que dependen de ellos se deduce que veremos incrementarse significativamente la tasa de paro en los próximos meses. Casi con seguridad rozaremos los cuatro millones de parados a finales de este año, con una tasa de paro superior al 18%. O sea, en menos de dos años habremos destruido casi 2 millones de puestos de trabajo.

Las razones de porqué nuestra tasa de paro es siempre más alta que la media de los países desarrollados es mucho más compleja. Nuestro paro es, desde hace años, dual. Tiene una parte keynesiana, es decir, debida a la debilidad de nuestra demanda y de nuestro tejido productivo (falta de empresas) ante una oferta de trabajadores creciente, y otra parte clásica, o sea, debida al alto coste laboral en relación con nuestra productividad. Dicho de otra forma, hay una parte del paro, casi dos millones de personas, que lo están porque no hay crecimiento, pero hay otros dos millones, los que teníamos parados antes de la crisis, que lo están porque no teníamos empresas competitivas a los salarios medios corrientes. Más grave aún, una parte importante de estos cuatro millones de parados son personas con bajo nivel de cualificación y con baja movilidad geográfica por lo que sus posibilidades de colocación son escasas. Aquellos territorios en los que el tejido empresarial sea más débil y tengan un nivel de formación más bajo serán, como Andalucía, los que concentren una mayor parte de los parados.

Ante esta situación, que merece una más extensa y matizada explicación, no hay políticas sencillas, ni de corto plazo. Por eso, hay que actuar en muchos frentes a la vez: en primer lugar, reactivando la inversión empresarial en nuevos sectores productivos con incentivos fiscales y desregulación de sectores de servicios e industriales; en segundo lugar, acoplando el coste laboral a la productividad real de nuestras empresas, con bajadas de las cotizaciones sociales a cargo de las empresas y congelando salarios (mientras haya caída de actividad y estabilidad de precios); en tercer lugar, haciendo una reforma en profundidad de nuestro sistema educativo, especialmente intensa en la Formación Profesional; y, finalmente, reformando el marco legal de nuestro mercado de trabajo de tal forma que permita a nuestras empresas tener a los trabajadores más productivos (aspecto este del que me ocuparé más extensamente en otro artículo).

Las políticas para luchar contra el paro han de responder a un plan general más amplio porque no hay salida al paro si no se vuelve a crecer, pero no se vuelve a crecer si no logramos ocupar a más gente. El problema es que este plan "ni está, ni se le espera". Por lo que seguiremos sufriendo por muchos años la maldición del paro.

* Profesor de Política Económica. ETEA