Al abundante material bibliográfico sobre el 23-F, cuyo aniversario es mañana, se sumó, días atrás, el filme en dos capítulos realizado por TVE en el que, con gran tensión dramática y agilidad, se narran los pormenores del golpe, dejando muy clara la actuación ejemplar del Rey y su entorno aquel día vergonzoso y situando las cosas en su sitio, pues todavía nuestra carcundia de nunca acabar sigue erre que erre tratando de implicar al monarca --Juanito lo llaman cuando chismorrean-- en el suceso. Nosotros siempre hemos pensado que existe un arcángel custodio de la democracia que el 23-F tuvo la feliz ocurrencia de que una cámara de televisión --al principio con voz e imagen y luego solo con voz-- estuviese recogiendo el episodio en toda su cruda realidad casposa. Si no tuviéramos ese vídeo, para proyectarlo cuantas veces sea conveniente, y por lo menos todos los febreros que vayan llegando, resultaría que, como tantas veces ha sucedido desde 1812 con las peripecias de nuestros reaccionarios, todo se habría tergiversado hasta el extremo de, por ejemplo, ofrecer a Tejero como el héroe valeroso que, haciendo gala de su disciplina castrense y guiado por los códigos del honor, humilló a los diputados basura y sometió a Gutiérrez Mellado, un general traidor que, apenas vio los bigotes del salvapatrias, se parapetó en su cobardía. De este tenor, cuando no existían vídeos, han escrito muchas veces la historia, enmarañándola con buenas dosis de cinismo, como proclamar que se actúa en nombre del Rey cuando la realidad es que odian al monarca que desmanteló la dictadura. Ese tipo de gentes y conductas quedan en cueros con el famoso vídeo de TVE que es, a su vez, una eficaz vacuna golpista al mostrar en toda su dimensión violenta --quedan en el hemiciclo las huellas de los disparos--, esperpéntica y soez --"Se sienten, coño"-- la intentona.

* Escritor