Hoy, Día Mundial de la Justicia Social, no debe ser una fecha más en el calendario de onomásticas proyectadas desde organismos supraestatales, con dudosos convencimientos solidarios, según la celebración correspondiente, acorde con el interés despertado. No. Tratándose de la justicia social, su "día" debe responder a realidades concretas y a hechos consumados; a reflexionar seriamente sobre qué impronta tiene la justicia en los diferentes países de la tierra, en los sentimientos gubernamentales que son aquellos que, como reflejo, se reproducen en las decisiones que conforman las legislaciones sobre esta prioritaria necesidad que es la justicia social.

En todos los programas electorales de todos los partidos democráticos que se presentan a elecciones legislativas en todos los países del mundo, la justicia social es protagonista, necesaria e incuestionable; otra cosa es que los caminos conducentes al cumplimiento de las promesas no sean lo suficientemente transparentes y, con ello, la percepción del pueblo elector sea escéptica o cínicamente incrédula y perpleja. Suele ocurrir cuando las credibilidades políticas carecen de fundamentos éticos, y eso se nota cuando en las campañas electorales, cada vez más, se trata, únicamente, de desprestigiar, deshonrar y denigrar al adversario político como única arma creíble y fidedigna. En este caso, como está ocurriendo ahora en España, hablar de promesas de justicia social es, cuando menos, una desagradable y esperpéntica broma.

Lógicamente, si hoy es el Día Mundial de la Justicia Social, debe ser también el día de la distribución equitativa y proporcional de la riqueza, de la justa retribución del trabajo, y, por supuesto, de la lucha contra el paro y el desempleo, toda vez que son lacras que, en diferentes medidas, determinan y hacen muy necesario lo "social" en la justicia; porque toda justicia, en algún sentido, es social al presuponer que relaciona, entre sí, comunicaciones interhumanas y, por tanto, sociales.

Hoy es el día que la justicia debe ser entendida como equilibrio, como igualdad proporcional y como dimensión conciliadora de cambio y de administración de oportunidades. Y esto no debe sonar a nuevo; más bien a olvidado. Tomás de Aquino ya lo manifestó en Summa Theológica: La justicia implica cierta igualdad, como lo demuestra su mismo nombre, pues se dice que se ajustan las cosas que se igualan.

Hoy, invocando la justicia social, y para que se alcancen sus beneficiosas consecuencias, podría ser el día de la búsqueda de la moralización social, para recuperar, individual y colectivamente, los antónimos de los conceptos que hoy predominan: pérdida de la integridad, la disociación, el engaño, el temor, la clandestinidad, la inadaptación, la paulatina y ascendente deshonestidad, la quiebra de la personalidad y el descuido de las pautas de comportamientos positivos y regeneradores. Conseguir, como punto de arranque en este día, estimular las conductas y las actuaciones para realizar esa "vuelta de tortilla" tan necesaria para que los estándares sociales se categoricen a través de la justicia, es culminar, a medio y largo plazo, un proceso reflexivo de aceptación de que el problema, irresoluto, de la justicia social pasa por promover la adaptación del individuo y la colectividad en los ámbitos sociales donde el debilitamiento progresivo de los valores cívico-culturales se frene ante la bondad, asumida, de unas conclusiones racionales.

Para eso debe servir este día mundial: para que las relaciones políticas, económicas y administrativas se regulen por criterios de "justicia distributiva", que enaltezca a la colectividad social, consiguiendo más méritos aquellos que aporten más al servicio de los recursos que a todos afecta y de los que todos dependen, pero sin romper nunca el principio de solidaridad e igualdad interindividual que la dignidad común aconseja y exige.

El sí o el no a la interrogación que encabeza este artículo estará en función del rango estructural que el propio concepto de justicia social consiga en el sentimiento legislador de cada país, y en la intensidad reivindicativa de cada sociedad que imperativamente lo necesita. Ningún sacrificio, ningún esfuerzo será excesivo si con ello se ayuda a considerar la justicia social como instrumento necesario para la buena salud democrática. Así debería ser.

*Gerente de empresa