Si en algo coinciden los analistas al señalar las causas del fenómeno Obama , ha sido el hecho de conseguir que la gente vuelva a creer en los gobernantes, fundamentalmente porque ha calado hondo su particular versión para salir de la crisis actual, que le lleva a poner el acento en la responsabilidad compartida con la gente --"people", como repite una y otra vez el político norteamericano--. Muestra, como ningún otro presidente lo ha hecho en Occidente, la necesidad urgente de vincular economía con sociedad y restablecer el lazo de confianza entre el Gobierno y las personas, hasta el extremo de manifestar en su discurso inaugural que su seguridad en el éxito final radica en "lo que los hombres y mujeres libres pueden lograr cuando la imaginación se une a un propósito común". ¡Qué lejos estamos aquí de estas premisas! Y traigo esto a colación a tenor del panorama que observamos respecto a nuestra candidatura a la Capitalidad Europea de la Cultura 2016, aunque bien se pudiera aplicar a tantos proyectos cordobeses como se disipan entre la abulia y la indiferencia de los ciudadanos y la ineficacia de los dirigentes.

Y no sirve de disculpa el fácil recurso a la manida apatía de los cordobeses, porque habría que preguntarse si esta disposición del pueblo no obedece a su respuesta a tanto mesiánico y falsos iluminados como han venido a la ciudad a servirse de ella. Córdoba, en el 2002 fue la primera ciudad española en manifestar su candidatura a la capitalidad cultural europea para el 2016 y, desde entonces, a lo largo de estos pasados siete años el interés del ciudadano cordobés queda gráficamente representado por una parábola: a la aceptación inicial e incluso entusiasmo posterior le ha sucedido un periodo de desánimo y cansancio en el que ahora nos encontramos, corriendo el riesgo de echar por la borda una extraordinaria oportunidad.

Porque la candidatura a la Capitalidad Europea de la Cultura reúne todos los requisitos para ser merecedora de un "propósito común" de toda la ciudadanía cordobesa. Debo confesar, sin embargo, que soy un entusiasta converso pues, antes de participar en la reunión de la gerencia de la Fundación 2016 con un grupo de empresarios de la capital y provincia, formaba parte de esa legión de cordobeses exánimes, al igual que muchos de los invitados a dicha reunión por la Fundación Bodegas Campos, a la que acudimos por cortesía y con mucho escepticismo. El encuentro, en el que pudimos comprobar el acierto de la contratación de Carlota Alvarez , altamente cualificada y eficaz, sorprendió gratamente y terminamos convencidos de la bondad del proyecto y de la fortaleza de nuestra candidatura.

Córdoba necesita obtener la Capitalidad Cultural Europea para el 2016, pues actuaría sin duda como poderoso revulsivo para salir de nuestra endémica atonía y de la actual crisis, generando además la fuerza centrifuga que rompiera el círculo vicioso de nuestro estancamiento e indefinición al modelo de ciudad. La oficina de la capitalidad ha hecho un buen trabajo y la gerencia ofrece mucha credibilidad. Tenemos pues la "imaginación", nos falta, como decimos, el "propósito común", y para ello sobra la instrumentación política y falta la implicación de todos los ciudadanos, de todos los estamentos sociales, económicos y culturales de la ciudad y provincia de Córdoba. Ese fue el éxito de Liverpool y uno de los motivos de su elección en el 2008: el entusiasmo de los ciudadanos por el proyecto. La gerencia tiene un gran trabajo por delante para implicar a todos y cada uno de los cordobeses, prodigándose en todos los medios locales y provinciales --prensa, radio, televisión--, reforzando los actuales argumentos, que son muchos, tanto profesionales como objetivos, con algún estudio de proyección de los múltiples beneficios que para todos los sectores económicos, sociales y culturales conllevaría la consecución de este empeño común.

Los patronos de la Fundación deben asumir su responsabilidad, impulsando y controlando a los buenos profesionales que afortunadamente gestionan la misma, y aparcando sus ansias de protagonismo para cuando se consiga la capitalidad. Mientras, deben ser éstos, con la complicidad de los ciudadanos, quienes lideren el proyecto hasta hacerlo realidad. Solo así podremos tener éxito, pues hasta ahora la "venta" de nuestros dirigentes municipales ha sido tan desafortunada que corre el riesgo de inscribirse en la rueda de tantos fuegos artificiales con los que han pretendido seducir al pueblo.

* Empresario