A pocos santos le ha sucedido lo que a san Valentín : se le ha asociado un patronato, en nada relacionado con su vida. Más aún, su hechura es prácticamente moderna y su celebración crece por momentos. Pero su popularidad es fruto de los intereses consumistas de nuestro tiempo. Y el acercamiento al santo, bastante mediocre. Hasta hace algunos años todavía primaba la parcela religiosa en la celebración. Ahora, prácticamente nada. A san Valentín le han trasladado desde las iglesias, a los grandes almacenes, a las tiendas de regalos. La costumbre popular de llamar al día de este mártir, "día de los enamorados", nada tiene que ver con san Valentín, sino que se trata de pura coincidencia entre una creencia popular y la fiesta litúrgica del 14 de febrero: en el folclore medieval se admitía que era el día en que los pájaros comenzaban a construir sus nidos. De ahí surgió el que en ese día, cada "Valentín" buscaba su "valentina" y se mandaran mutuamente felicitaciones y obsequios. Finalmente, san Valentín fue incorporado, de un modo popular espontáneo, al patronazgo del amor humano. Entre sus rasgos brillan especialmente la caridad, la creatividad y la entrega a los demás. Historia y leyendas aparte, la sociedad ensalza hoy, aunque solo sea comercialmente, la silueta de los enamorados y la fuerza del amor. El evangelista san Juan nos dirá que "el que no ama ya está muerto". Y san Pablo , el apóstol de las gentes, --nos encontramos en el Año Paulino--, nos dejó un precioso himno al amor, que traducido poéticamente, dice así: "Aunque yo dominara las lenguas arcanas,/ y el lenguaje del cielo supiera expresar,/ solamente sería una hueca campana/ si me falta el amor./ Si me falta el amor/ no me sirve de nada./ Si me falta el amor/ nada soy...". Preciosa canción para anunciar la primavera del corazón.

* Periodista