Cien años se cumplen hoy, 13 de febrero de 2009, del fallecimiento en nuestra ciudad, en su ciudad, del que fuera prometedor poeta y cronista de asuntos de Córdoba, Enrique Redel y Aguilar . A los 36 años de edad, un día de febrero de 1909 se truncaba una prometedora carrera literaria que precisamente comenzó a gestarse en las páginas de aquel viejo Diario de Córdoba, que era el que caía en manos de nuestros mayores tal como hoy sostiene usted este periódico heredero suyo.

Pues ya que tiene a bien leer estas líneas quiero agradecerle que recuerde en tan señalada fecha a mi bisabuelo homónimo y hacerlo extensivo a esta publicación por la oportunidad que brinda a la familia, pudiendo ofrecer estas sucintas notas biográficas que sirvan de pequeño homenaje en recuerdo a su figura en tan señalada fecha.

De aquellas colaboraciones en nuestra vieja prensa local (sus primeras composiciones llevaban títulos tan inequívocos como El patio cordobés o La sierra de Córdoba ), junto a otras creaciones surgidas en su breve pero fundamental estancia en Madrid, surgió su primer libro de poemas, Amapolas , al que siguieron otros como Predicar en el desierto o Turbas y espectáculos , donde evoluciona desde una poesía modernista con toques posrománticos, heredera de sus primeros maestros, M. Reina y S. Rueda , hacia otra marcada por la ironía a la que le había llevado su referida estancia en la capital de España, donde se había topado con los molinos de viento que suponían la falta de padrinos , al valorarse más una buena presentación que el talento. Ya instalado en Córdoba, y compaginando su actividad con su labor en la División Hidrográfica, había que alimentar a la familia, recogió sus composiciones en libros como Lluvia de Flores o La Lira de Plata , en los que se incluían muchas que habían sido publicadas en Madrid o Sevilla, por supuesto también en nuestra ciudad, y que habían obtenido premios en juegos florales de diversas localidades españolas; en ellas había evolucionado de nuevo, esta vez hacia una poesía más íntima y espiritual. Evolución en estilo y calidad que se vio truncada por su prematura muerte.

No podemos obviar tampoco su prosa, pues de ella surgen sus obras más conocidas, sobre todo San Rafael en Córdoba y La Virgen de Linares, conquistadora de Córdoba , donde ahonda en estas dos entrañables tradiciones locales y que todavía hoy son referentes para los que se quieran acercar a la historia de ambas advocaciones (han sido reeditadas hace pocos años por el Servicio de Publicaciones de Cajasur), sin que se pueda dejar de mencionar el estudio biográfico sobre Ambrosio de Morales , completísimo análisis sobre este insigne humanista cordobés del siglo XVI y que fue reconocido, y dotado, por la Real Academia Española. Toda esta labor se vio reconocida con nombramientos como académico de número de la Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, así como de la Academia de Buenas Letras de Sevilla y otros, a pesar de su breve existencia, en instituciones extranjeras como fueron por la Academia Dante Aligheri de Catania (Italia) o por el Real Instituto de Lisboa.

Termino añadiendo algunos datos personales; había nacido en lo que hoy es el Palacio de Viana un 12 de noviembre de 1872, formándose primero en el Seminario de San Pelagio y después en la Escuela de Bellas Artes, dirigida entonces por Rafael Romero Barros , de cuyos hijos, Enrique , de su misma edad, y Julio , dos años menor, fue íntimo amigo (compartieron, aparte de sus correrías juveniles, una tertulia en la añeja taberna de la Fuenseca conocida como El Bolillo ); hay que decir que fue un más que correcto dibujante y pintor, incluso con algunas distinciones y premios. El 19 de agosto de 1895 contrae matrimonio con doña Pilar Conrotte , brotando el tronco en sus dos hijos Enrique y Eloisa , de cuyas ramas surgieron sus descendientes, cordobeses como sus antepasados, que en tan señalada fecha agradecemos la lectura de estas líneas y que tengan un pequeño recuerdo para su figura, a modo de oración o como crean conveniente; íntimo y sentido homenaje de una ciudad que en su día recompensó a su insigne hijo el amor demostrado con la rotulación con su nombre de la vieja calle de los Alamos, cerca de donde nació, y con una artística placa en la casa donde vivió de la no muy lejana calle Isaac Peral.