En las monarquías absolutas el rey ejercía el poder supremo. Los teóricos que justificaron esa forma de gobierno se basaban en el origen divino del poder. Nuestra historia nacional tiene uno de sus episodios relevantes en la lucha por eliminar la monarquía absoluta de Fernando VII . Desde la perspectiva de los sistemas democráticos actuales, parece insostenible un modelo de Estado basado en esos principios, y cualquier ciudadano con conciencia democrática lo consideraría rechazable. Nadie entendería, en el año 2009, que un país democrático le concediera un trato de favor a ese tipo de gobierno. Asimismo, un gobierno democrático tendría dificultades para explicar que el ministro de Asuntos Exteriores de una monarquía absoluta mantenga entrevistas al más alto nivel. Es más, nos llevaríamos las manos a la cabeza si nos dicen que esa monarquía absoluta tiene un carácter electivo peculiar, pues solo participa un grupo reducido de sus dirigentes (todos varones), y bajo los auspicios de la divinidad, porque se trata de un Estado teocrático basado en unas creencias monoteístas aunque ese dios único tiene tres personas, pero solo una de ellas inspira a los electores.

Claro que todo esto no es un mero supuesto. Ese Estado existe, la Santa Sede en la Ciudad del Vaticano, cuyo monarca absoluto, y en consecuencia jefe del Estado, es el Papa. La semana pasada su secretario de Estado, Tarsicio Bertone , realizó una visita privada a España, donde pronunció una conferencia sobre los derechos humanos, si bien el Vaticano tiene sin firmar convenios internacionales relacionados con este tipo de derechos. Bertone fue recibido por el ministro de asuntos Exteriores español, por la vicepresidenta del Gobierno, por el Rey, por el presidente del Gobierno, y todos ellos, junto con el príncipe de Asturias, participaron en un almuerzo con el invitado, a lo cual cabría añadir una entrevista con el líder de la oposición mayoritaria. Es probable que no lo recuerde, pero ningún ministro de Exteriores, de cualquier otro país, ha recibido tantas distinciones y miramientos, todo ello de un gobierno que se dice partidario de un modelo de Estado laico. No sé qué dirán ahora cuantos se empeñan en afirmar que la Iglesia católica es objeto de menosprecio en España, cuando lo que ve cualquier ciudadano es justo lo contrario. Este comportamiento del Gobierno no hace sino subrayar, y engrandecer si cabe, el mantenido por gobiernos autonómicos y municipales en su relación con el clero católico y las manifestaciones de su confesión religiosa.

Todo ello no sirvió para que Bertone tuviese una intervención comedida. Justo cuando conmemoramos el aniversario de Darwin , basó su posición contra el aborto en que "es una clara violación del orden de la creación". Se pueden dar muchos argumentos en relación con este tema, científicos y morales, pero no cabe de ninguna manera mantener la idea de creación, una creencia desmontada desde hace tiempo por la ciencia. También dejó clara la posición de quien habla en representación de un Estado teocrático y no cree en la participación de los ciudadanos y en su importancia a la hora de construir su propio sistema político, dentro del cual se hallan los derechos, fruto de una lucha a lo largo de la historia, pues afirmó: "Cuando la Iglesia habla de derechos humanos, no se olvida de fundarlos en Dios. Esos derechos están por encima de la política y también por encima del Estado-nación". Cabría recordarle cuáles han sido los estados que, gracias a la política democrática, han situado el reconocimiento y la garantía de los derechos por encima de cualquier poder arbitrario.

Bertone se habrá marchado contento del recibimiento que ha tenido, sabedor de que la Iglesia continuará con el mismo trato de favor que tiene ahora. Así que llegó, vio,... también escuchó, pero seguro que se fue convencido de que venció.

* Profesor