Baltasar Gracián nos presenta en su Oráculo manual y arte de prudencia lo que consideraba la verdad describiéndola como una doncella tan vergonzosa en cuanto hermosa que suele andar siempre tapada. Del mismo modo añadía que las verdades de mayor importancia nos vienen a menudo a medio decir. Qué razón tenía el atribulado Gracián, otro escritor adelantado a su época, de la que también tuvo una visión preclara, y al que el poder llegó a desterrar y luego anatematizar con la vana excusa de emplear seudónimos.

Desvelar una verdad incómoda aún resulta una tarea titánica, pues, si acaso unos pocos lo hacen, los más prefieren ignorarla, mas todos al fin habrán de admitir lo que se trató de obviar o negar. Ahora, de igual modo, pasamos del embeleco de que vivíamos en un país con economía de Champions League a topar con una realidad y unas imágenes que a los de nuestra quinta nos hace recordar lo que nunca quisimos que conocieran las generaciones posteriores.

Llegados aquí la cuestión es si nuestra clase política está en disposición de predicar con el ejemplo para salir de esta catástrofe, y digo esto porque basta observar otras naciones ante circunstancias similares, empezando por una de las primeras medidas del quizá más idolatrado presidente norteamericano en décadas, cual ha sido congelar el sueldo a los altos cargos de la Casa Blanca.

Si allá por 1995 arrastrábamos otra recesión que llegaría a situarse en el 1% del PIB --la morosidad sobre bancos rondaba el 8%, amén de un paro cercano a las escandalosas cifras actuales-- y se necesitaron dos legislaturas de severo control de gasto público para, primero, cuadrar cuentas, y luego crear empleo, ya me dirán cómo nos las vamos a arreglar en estos momentos, derrochadas todas las reservas, con un inmenso déficit exterior a añadir al dislate de una onerosa financiación autonómica que impide cualquier plan de austeridad, y teniendo además que abonar altos intereses por esa deuda dado que el Reino de España ha sido declarado menos solvente que muchas grandes empresas.

No sé dónde va a obtener el Gobierno los 100.000 millones de euros anuales precisos para que el barco no se hunda con nosotros a bordo, pero sí lo que nos espera cuando la UE nos apremie a tirar de tijera, si no nos expulsan del euro. Gracián sabía que a veces es tan difícil decir la verdad como ocultarla.

* Escritor