Entre los recuerdos que siempre conserva quien visita Córdoba está el Círculo de La Amistad, Liceo Artístico y Literario. El Círculo , para los cordobeses. Fundado en 1853, se ha ido acompasando siempre a la vida de la ciudad a través de los tiempos. Desde la turbulenta época de Isabel II , allí se cocieron muchas iniciativas políticas. En sus salones fue donde el 23 de mayo de 1921 se sinceró Alfonso XIII en un discurso de gran trascendencia para la Historia de España.

Tras muchos altibajos en su vida social, llegó el Círculo a la segunda mitad del siglo XX convertido en un lánguido club elitista, un casino tan alejado de sus fines fundacionales como del pueblo de Córdoba. El acceso de nuevos socios estaba supeditado a una dura y exquisita junta de admisión y, paralelamente, las dificultades económicas asfixiaban a la sociedad, que se vio necesitada de alquilar el hermoso salón de actos para destinarlo a cine.

Fue un presidente emprendedor, José Ramón de la Lastra , quien decidió admitir socios con mayor liberalidad, pasando su número de unos cuantos cientos a tres mil. Se recuperó el salón, se remozó la casa y las cosas pronto cambiaron para bien.

El nuevo esplendor del Círculo afloró en 1953 con la celebración del centenario de su fundación. Se hizo con toda la ampulosidad que la época permitía. Juegos florales, conciertos, exposición de pintura, representaciones teatrales... Se editó una memoria, un volumen ilustrado por Miguel del Moral en el que se recogía todo ello más extensos romances y odas de los poetas más populares del momento: Rafael Duyos, Luis Fernández Ardavín, José Antonio Ochaíta, José García Nieto, José María Pemán y un joven Ricardo Molina .

Popularizado el Círculo entre los cordobeses, entró años después en otra etapa de gran importancia para Córdoba bajo la presidencia de Antonio Muñoz y Ramírez de Verger , que convirtió aquella casa en algo muy vivido, muy al compás de las inquietudes soterradas en la sociedad cordobesa. Creó salas de exposiciones que llegaron a tener gran prestigio; atrajo a los jóvenes convirtiendo la vieja sala de billar en lo que entonces se llamaba una bo®te , es decir, algo así como una discoteca. Y, lo más importante, propició la fundación --por Rafael Mir, Joaquín Martínez Bjorkman y José Jiménez Poyato -- de un cineclub en cuyos coloquios se opinaba con entera libertad. Aquello, por los años sesenta, se apreció mucho en los círculos liberales y progresistas de Córdoba. Su labor fue continuada tesoneramente por Fernando Carbonell , que llegó a realizar un importante simposio sobre información. Así, la sociedad justificó plenamente sus intenciones humanistas fundacionales.

Este edificio, que fue hospital en el siglo XV y convento de agustinas después, fue evolucionando, ilustrado por Romero de Torres, Rodríguez Losada y Huertas , entre otros importantes artistas, y ha llegado hasta nosotros vivo, unido a la sociedad cordobesa como el musgo a la piedra. Pero, por lo que parece, el afán de su junta directiva por potenciarlo dando a sus socios expansión con un Club de Campo ha encallado en el tan celtibérico mar de la burocracia, poniendo en serios apuros sus finanzas. Y creo yo que tanto sus gestores como los políticos responsables de nuestra ciudad están condenados a entenderse porque el viejo caserón de la calle Alfonso XIII es y debe seguir siendo parte inseparable del alma de la ciudad.

* Pintor y escritor

Socio de honor del Real Círculo de la Amistad