Los críticos del Gobierno afirman que hasta las declaraciones de Solbes del pasado viernes anunciando una profunda recesión en España, el Ejecutivo no había admitido la verdadera gravedad que padece nuestra economía. También sostienen que el dramático relato del vicepresidente (PIB al -1,6%; 15,9% de paro y un déficit del -5,9% en el 2009) solo contribuye a aumentar el pesimismo de la sociedad que, a su vez, se traducirá en mayores desastres. Una vez más nos encontramos con dos opiniones contradictorias para enjuiciar el mismo hecho. Y las dos le valen a los contradictores de Zapatero y su Gobierno. Si este dulcifica la realidad, se le dirá que engaña; si acaso la expresa con el olor acre que circunda a todas las crisis agudas del mundo, dramatiza, asusta, mata la esperanza. Es en esta dialéctica se mueve nuestra superestructura política, en tanto que a ras de calle es bien seguro que las cosas se ven de manera bien diferente. Por ejemplo, la mayoría no entiende el juego de los bancos, ayer tan sueltos para el préstamo y hoy que solo sueltan guita a aquellos que mucho tienen. Tampoco comprende como habiendo aumentado en un millón de personas el paro en el 2008 se continúa importando mano de obra extranjera por decenas de miles para atender determinadas tareas agrícolas. Le irrita observar como en plena travesía de penurias los jueces quieran arreglar la justicia de golpe subiéndose el sueldo y amenazando con una huelga o que las comunidades autónomas (ay, los catalanes) insistan en sus maximalismos financieros amenazando la estabilidad misma del Estado. El juego democrático nos conduce a estas paradojas: prima más el desgaste del otro o la toma del poder que el sentido común.

* Periodista