De siempre, y como bien afirmara el Nobel de Literatura José Saramago , las manifestaciones públicas fueron poco estimadas por el poder, llegando incluso a prohibirlas, cuando no las reprimía. Afortunadamente, no es el caso de Europa, donde en la calle es habitual expresar opiniones, como sucedió el pasado domingo en algunas ciudades del Viejo Continente y de nuestro país, que como en otras del mundo nos recordaron a las del "no a la guerra de Irak". Miles de ciudadanos hemos salido para expresarnos en contra del ataque israelí al campo de concentración en que han convertido la franja de Gaza y, cómo no, para mostrar solidaridad con los que allí sufren la asimetría del conflicto, mientras los políticos de Israel, apoyados por los EEUU, pregonan su desinterés ante el padecimiento de los asediados, a quienes ahogan en sangre. Se les ha pedido a los gobiernos que hagan más ante el castigo injusto e innecesario que el Tzáhal asesta a la población civil de Palestina. Además, así se evidencia la pasividad mostrada por muchos de dichos estados e instituciones públicas nacionales o internacionales, que permiten o comprenden con su complicidad a la actual potencia ocupante. Todavía espero la condena pública hacia uno de sus componentes por parte de la Internacional Socialista, la del ministro de Defensa y líder del Partido Laborista israelí, el socialdemócrata Barak , lo mismo que aguardo también que la derecha española diga algo sobre un asunto que le ocupa poco en su agenda, o bien que algunos jerarcas de nuestra Conferencia Episcopal se pronuncien acerca del ataque sufrido por Gaza, ya que incluso su cadena de radio justifica aún el crónico genocidio palestino, muy a pesar de que, desde 1948, se sabe que Israel viola la legalidad internacional, habiendo incumplido todos los acuerdos de Naciones Unidas y los términos de la Convención de Ginebra o las normas mínimas de humanidad, o de que incluso el Papa haya condenado la agresión o que sea el propio cardenal Bertone , secretario de Estado Vaticano, quien pidiera el cese del derecho a la fuerza, sobre todo al manifestar que "la fuerza del derecho debe hacer desaparecer la barbarie del derecho a la fuerza". Ni una palabra pues de justificación para quien mata, ya sea Hamás o el Tzáhal. Tan solo un grito de amor para que nadie más lo haga, como bien ha dicho monseñor Agrelo , el arzobispo de Tánger. Nadie duda del derecho de Israel a su existencia, pero no a cualquier precio y mucho menos al coste de reprimir el derecho a la autodeterminación o de asesinar a mucha gente inocente. Lamento que no haya una sola autoridad capaz de frenar este desigual crimen, siendo preciso que las partes recobren el sentido, como ha precisado el observador permanente en la ONU, monseñor Silvano Tomasi . Por eso, me hubiese gustado ver en nuestras calles de España a cuantos clérigos y prelados defendieron en Madrid a la familia tradicional, quienes a buen seguro el domingo debieron de estar ocupados en sus respectivas misas de doce, o bien aún, como en Córdoba, con la dulce resaca por el oropel del día anterior, báculo de orfebrería incluido, que reproduce otro museístico del Quinientos custodiado en Florencia y que se entrega como obsequio de la diócesis a monseñor Asenjo Pelegrina , un hecho pastoralmente simbólico pero que en cualquier circunstancia, a mi parecer, es poco caritativo y evangélico en plena crisis económica, que por el dispendio nada parece afectar a la citada institución cordobesa. Esta pierde así una oportunidad para la defensa familiar, ya sea la tradicional musulmana o la cristiana, que con sus inocentes niños sufre y muere en el ocupado infierno. También eché en falta al socialismo local, si bien con la excepción significativa entre otras del histórico Antonio Zurita , por lo que deduje que no supieron sus dirigentes, como en otras ciudades, o bien no pudieron sumarse a la convocatoria de Acospa, a la que sin embargo sí acudieron otros grupos políticos y colectivos sociales de diferente naturaleza, entre los que se encontraban cristianos de base, como Antonio Granadino o Antonio Barcos , de Redes Cristianas, intelectuales, artistas o impulsores de foros tan significativos en nuestra ciudad como el Instituto Olof Palme o el colectivo Prometeo, con Julio Anguita y Juan Rivera Reyes , además de sindicalistas, numerosos trabajadores y profesores de diferentes niveles educativos, entre quienes se hallaban Antonio Barragán, Pedro Antúnez o Ignacio Aguilar Aguayo , contándose igualmente con parte de la militancia de IU, como demostraran el diputado José Manuel Mariscal y nuestro respetado Manuel López Calvo , compañero en la UNED, quien supo aglutinarnos mientras mantuviera como eje a algunas familias palestinas que habitan en Córdoba, símbolos vivos de aquellas otras que, en respuesta a Hamás, sufren la violencia ante los ojos del mundo por el bloqueo y la ocupación israelí en la franja de Gaza.

* Catedrático