Tras cinco años de carrera salí al mundo real convertida en licenciada en Filosofía y convencida de que no había nada más importante que aquellos conocimientos adquiridos.

Mi familia, de origen humilde y un nivel básico de alfabetización, apenas llegaba a entender qué era aquello para lo que la más pequeña de sus hijos se estaba preparando. Amantes padres, me dieron a escoger mi futuro sin entrar en predilecciones por aquellas carreras que me reportaran mayores beneficios económicos sino mayor satisfacción personal. Cuando ellos me preguntaban sobre lo que estudiaba, sentía como si tuviese que explicar cómo se fríe un huevo a alguien que no sabe qué es una sartén ni ha visto jamás una gallina. Pero a pesar de no entender qué era la filosofía, estaban convencidos de que estaba haciendo algo importante.

No obstante, hoy día la importancia viene unida a la utilidad: algo que es importante es algo útil, y algo que no lo es tiene dos opciones, o sirve de elemento decorativo o no sirve para nada. Al respecto, he de decir que mi licenciatura en Filosofía queda muy bonita en mi currículum...

Así, tras pretender dar salida a mi carrera a través del intento fallido de unas oposiciones al cuerpo de profesores de enseñanza secundaria, me presenté en la oficina del INEM.

¡Un filósofo busca empleo!, ¿pero a qué se puede dedicar un filósofo?, ¿qué sabe hacer un filósofo? Un filósofo sabe razonar, analiza los textos de otro filósofo; un filósofo sabe dar vueltas a una misma cosa y enredarla de tal manera que parezca que está hablando de algo diferente y además hacer que parezca importante y complicado de entender; un filósofo observa, reflexiona, argumenta, se cuestiona lo que parece evidente y critica. Sobre todo critica, por eso se convierte en alguien incómodo para la sociedad.

En la oficina de empleo me encontré con preguntas a mi parecer insultantes, aunque a efectos prácticos no faltas de razón, como: "¿Solo tienes esto?" (¡refiriéndose a mi licenciatura y al curso que me capacitaba para dar clases!), a lo que casi con vergüenza tenía que responder que sí.

Hoy por hoy ya he asumido el papel que juega un filósofo en esta sociedad. La prepotencia ha dejado paso a la humildad, y la filosofía me ha ayudado a allanar ese camino, a no sentirme una fracasada, a no tirar nunca la toalla, a no arrepentirme nunca de haber estudiado filosofía, a no arrepentirme de haber escogido la opción que más me gustaba.

En la facultad nos decían que en una sociedad un filósofo es más necesario cuanto menos necesario se cree que es.

También solían decir que en época de crisis es cuando más mano se echa de los filósofos, cuando más útiles se hacen. Si es así, y puesto que parece un hecho que estamos en una etapa de retroceso y de crisis a nivel mundial....¡puede que ésta sea mi gran oportunidad!

Se ofrece filósofo para afrontar periodo de crisis.

* Licenciada en Filosofía